AVISO A LA POBLACIÓN:

Este artículo pretende ser una reflexión sobre el final de Origen, película que si no has visto deberías estar viendo, o sea que el texto a continuación es un spoiler en su totalidad, así que seguir leyendo es decisión de cada uno.

Voy con cierto retraso, pero he creído necesario un segundo visionado para poder escribir algo parecido a una crítica de Origen, la película con la que Christopher Nolan ha hecho estallar varios cerebros en todo el mundo, incluido el mío, como pudistéis apreciar con mis sensaciones en caliente.

Origen, ante todo, es una película muy valiente y arriesgada que campea alegremente por los laberintos más profundos de la mente humana, una temática varias veces llevada al mundo del audiovisual con más o menos fortuna, pero jamás con semejantes dimensiones.

Resulta paradójico que en una película sobre la mente humana adolezca una cierta deshumanización de los personajes, todos ellos definidos por roles y sin ningún signo que les de cierta personalidad. Sólo Cobb y Mal tienen una historia que contar y esta historia precisamente queda eclipsada por este constante desfile de virtuosismo visual completamente autoimpuesto e hipnótico que así de sopetón te priva de acompañar a Cobb en su viaje emocional hacia su asunción de culpabilidad que literalmente le impide vivir.