‘Origen’, la película de tus sueños

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Voy con cierto retraso, pero he creído necesario un segundo visionado para poder escribir algo parecido a una crítica de Origen, la película con la que Christopher Nolan ha hecho estallar varios cerebros en todo el mundo, incluido el mío, como pudistéis apreciar con mis sensaciones en caliente.

Origen, ante todo, es una película muy valiente y arriesgada que campea alegremente por los laberintos más profundos de la mente humana, una temática varias veces llevada al mundo del audiovisual con más o menos fortuna, pero jamás con semejantes dimensiones.

Resulta paradójico que en una película sobre la mente humana adolezca una cierta deshumanización de los personajes, todos ellos definidos por roles y sin ningún signo que les de cierta personalidad. Sólo Cobb y Mal tienen una historia que contar y esta historia precisamente queda eclipsada por este constante desfile de virtuosismo visual completamente autoimpuesto e hipnótico que así de sopetón te priva de acompañar a Cobb en su viaje emocional hacia su asunción de culpabilidad que literalmente le impide vivir.

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De todos modos, bien es sabido que el cine de Nolan (salvo quizá las dos de Batman, curiosamente) brilla más por ser un torrente de ideas que por ser películas de personajes. Lo que quiero decir es que lo que trabaja Nolan es el qué y el cómo, relegando el quién en un segundo plano. Esta es la gran virtud y a la vez la gran deficiencia del director del momento, que por suerte es humano y todavía puede mejorar.

Mencionado este punto, podríamos estar hablando de Origen hasta el fin de los tiempos y todavía no habríamos aclarado nada. Es maravilloso que una producción con forma de blockbuster esconda un mundo lleno de caminos, ideas, referencias y posiblidades para quién quiera encontrarlos, ESTO es cine para todos los públicos. Origen está llena de referentes y homenajes, desde planos calcados de 2001: Odisea en el espacio (los pasadizos del hotel girando) o Ciudadano Kane (Fisher padre en la cama) hasta referentes argumentales evidentemente influidos por Matrix o el anime Paprika de Satoshi Kon; pasando por una batalla en la nieve que bien puede recordar a 007: Al servicio secreto de su majestad.

Todo este material ya existente es convertido en una genuina historia de acción, de espionaje, de misterio, de ciencia-ficción o de amor, para todos los gustos. Hábilmente Nolan hace con su película lo mismo que cuenta en ella, juega con los sentidos, pone en duda los límites de la percepción, de lo que es real y lo que no. Origen ante todo es un laberinto lleno de trampas, una soberbia composición de detalles que, percibidos conscientemente o no, te dejan esta sensación final de que has asistido a algo grande.

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Origen sencillamente no tiene fisuras, tiene puertas a otras posiblidades. Todo lo que ocurre y todo lo que se dice es por algo, exige atención y reflexión para entender qué se está viendo, algo que no suele ocurrir últimamente en el cine. Con Origen Nolan te atrapa con una premisa atractiva y te tiene cautivo con un impresionante despliegue técnico, un fascinante manejo de los tiempos (el tiempo varía en cada nivel de sueño) y los espacios (cuando la furgoneta gira, el hotel gira), consiguiendo lo impensable de aguantar un clímax (la furgoneta cayendo al agua) durante 45 minutazos y llegar a una fugaz catarsis final que merece un análisis a parte.

Seguramente no sea la mejor película del año o de la historia porque acusa esta falta de emoción, porque la historia verdadera queda enterrada por las secuencias espectaculares y la banda sonora tan exquisita como absorvente. No existe una historia humana bien desarrollada en esta película sobre la mente, sobre procesos, sobre acciones y, amigo Nolan, lo primordial en el cine es tocar el corazón del público y ahí, tan hondo, Origen no llega.

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Por otro lado también quiero aclarar que esta película merece más Oscars que cualquier otra, merece ser la primera película de ciencia-ficción premiada como el Oscar a la mejor película, Nolan merece ser reconocido como uno de los cineastas más importantes de nuestro tiempo y Leonardo DiCaprio merece ser considerado como EL actor de la década, capaz de superar su fama de guapito y saber elegir sus proyectos como nadie, bordando con absoluta brillantez papeles tan diferentes como los que se casca en Revolutionary Road, Shutter Island, Diamante de Sangre o la misma Origen.

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