‘Origen’: Ese final, ese final…

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AVISO A LA POBLACIÓN:

Este artículo pretende ser una reflexión sobre el final de Origen, película que si no has visto deberías estar viendo, o sea que el texto a continuación es un spoiler en su totalidad, así que seguir leyendo es decisión de cada uno.

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¿Sueño o realidad?¿Qué habéis entendido? Seguramente esta es la gran pregunta que todo el mundo se hace cuando uno acaba de ver Origen. Este laberitno tan entramado y tan lleno de información es una auténtica bomba nuclear de conceptos, de ideas, trucos y trampas que desembocan a un único final con numerosas posiblidades de interpretación según lo que crea y/o lo que quiera cada uno.

Este despertar en el avión, este llegar a casa y esta peonza que jamás vemos caer nos pone todavía más patas arriba y nos deja con la duda de si todo lo que hemos visto es un sueño de un tío que se ha sobado en un avión o una historia que ha ocurrido de verdad. O si el final sigue siendo un sueño. O si es medio real y medio sueño, pero ¿desde qué punto y hasta qué punto?

Esto es lo que sitúa Origen un peldaño por encima del cine  que conocíamos, este final infinito que te obliga a pensar, a hablar, a soñar y a volver a ver la película para intentar recoger más información. Nolan consigue el mismo efecto que un alud que entierra una persona en la nieve. Esta persona está viva y debe excavar para salir, pero como está sujeto al 100% por la nieve y no tiene posiblidad de comprobar la gravedad, no tiene manera de saber hacia qué dirección excavar. Esta incerteza es la que con premeditación y alevosía quiere provocar Nolan en la audiencia y nutre la película de detalles y trampas, que a continuación analizaremos, para dirigir la mirada hacia todas las posibles salidas.

La peonza

La maldita peonza, ese pequeño elemento clave es el mejor ejemplo de las artimañas de Nolan para crear la duda. La norma de la peonza, el tótem, es que es un objeto personal e intransferible que nadie más puede manipular, es una garantía para reconocer si lo que estás viviendo es realidad o es sueño. En el caso de la peonza, si la peonza no deja de girar es que más te vale ir despertando porqué estás en un sueño.

Estas normas no escritas de garantía de realidad se rompen desde el principio, destruyendo todo mecanismo que pudiera darnos pistas sobre el escenario en el que nos movemos. Para empezar, la peonza de Cobb era el tótem de Mal, su esposa, que Cobb carga junto con toda la culpa que conlleva haberle hecho Origen a su esposa hasta llevarla al suicidio. Por lo tanto, la regla básica de exclusividad queda rota.

En segundo lugar está el tema de la rotación eterna. Cobb introduce esta idea en la mente de Mal, pero es una norma inventada. Hay un momento en el que Cobb hace girar la peonza dentro de una caja fuerte y la encierra mientras el tótem todavía gira, dándo por hecho que allí seguiría, rodando, porque estaban en un sueño (cuando Mal defendía todo lo contrario).

Lo de encerrar la peonza tiene cierta similitud con el experimento del Gato de Schrödinger, con el gato encerrado en una caja, el gas venenoso y un 50% de posiblidades de liberación de este gas. Con la caja cerrada, se da la paradoja que el gato está vivo y está muerto a la vez, pues así lo indican las posiblidades, y sólo abrir la caja y observar el resultado nos da una respuesta definitiva; algo que en Origen no llega a pasar nunca. Por esto, al final, en el fondo da igual si la peonza se cae o no, porque se cae y no se cae a la vez y el resultado es el mismo: no te concede la certeza de nada.

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Saito

Saito es un personaje clave en Origen, quizá el más misterioso y con más peso después de Cobb y Mal. Lo curioso del caso es que la relación Saito-Cobb-Mal es una relación prácticamente simétrica, algo que da bastante que pensar. Tanto Mal como Saito al principio son presentados como posibles villanos, aunque en realidad uno es el «Deus ex machina» que puede solucionarle la vida a Cobb y ella es su queridísima esposa, causa de toda su felicidad y de todo su sufrimiento.

Es muy llamativo el hecho que entre ellos se establezcan diálogos calcados, cíclicos, acciones de Mal que se solucionan con Saito o promesas hechas a Mal que se cumplen con Saito. En un momento dado, Saito le dice a Cobb «tienes que dar un salto de fe» cuando le ofrece la posiblidad de redención, pero Mal le dice la misma frase antes de saltar por la ventana y alejar a Cobb de sus hijos y de toda su vida. «Dijiste que vendrías a buscarme» y «has venido a buscarme», le dicen respectivamente Mal y Saito a Cobb en el limbo que comparten, siendo otro ejemplo evidente de diálogos cíclicos que pueden inducir a pensar, no sin sentido, que Cobb está realmente soñando, se está autoinduciendo un Origen (una idea pequeña e insignificante que lo cambia todo para siempre: Mal te perdona) y Saito es una proyección vehicular que lleva a Cobb hasta los más hondo de su mente.

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La misión del Origen a Fisher podría ser una excusa para llegar al limbo y conseguir la redención, pues la verdadera historia central es la del hombre torturado por el remordimiento, atrapado en sus recuerdos, alejado de su vida y privado de seguir adelante si no consigue liberarse de su carga de consciencia. Éste, pues, sería el verdadero Origen, el que se planta en el fondo y no en un tercer nivel de nada. Subraya este hecho de la búsqueda de la limpieza de consciencia que la canción que avisa a los soñadores de la patada siempre es Non, je ne regrette rien («no me arrepiento de nada»).

Para que veáis que no es descabellado todo lo que he dicho de Saito, fijaos en el simple hecho de que Saito y Fisher son rivales por el monopolio energético mundial y ni Fisher ni su tío parecen conocer siquiera a Saito cuando lo ven. Es raro, ¿no?

La persecución infinita

Cobb es perseguido por todos, por la policía en EEUU y por la gran y misteriosa empresa COBOL ENGINEERING que quiere matarle por no cumplir su trabajo con Saito. Es muy propio de un sueño ser siempre perseguido y ser siempre encontrado por algo o por alguien, es lo que le pasa a Cobb, que vaya dónde vaya tiene a COB(b)OL detrás (¿detalle gratuito?), hasta que aparece el ya mencionado Saito con la solución a todos sus problemas con un par de llamadas. Demasiado fácil.

Arquitectura onírica

De alguna manera u otra, Cobb siempre acaba metiendo a Mal, a sus hijos o a sus recuerdos en los sueños de otros; algo que no debería pasar si el forma parte del sueño compartido, pues no es ni el soñador (el que dispone el terreno de juego) ni el sujeto (el que llena este espacio con su subconsciente). La aparición de los recuerdos de Cobb o la irrupción este tren en medio de la carretera podrían significar lo ya mencionado, que el que realmente sueña es el propio Cobb.

Otros extraños como la calle de Mombasa que se va haciendo estrecha también son más fáciles de encontrar en un sueño que en la vida real.

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Los secundarios impersonales

Los secundarios de Origen tienen su miga. De un lado, si todo lo que ocurre, ocurre de verdad, vemos a unos compañeros de viaje definidos por un rol (de ahí los carteles que identifican los personajes como «el turista», «el hombre clave», «el arquitecto», etc.) y realizan su función para llevar a cabo la misión. Si es un sueño de Cobb, vemos a unos secundarios que bien podrían ser Cobb todos ellos en distintas fases de su vida (desde el estudiante que aprende arquitectura onírica -léase Ariadne- hasta el falsificador que se busca problemas con la ley -léase Eames-), pues él es experto en todos los campos aunque disminuye su intervención hasta los mínimos para que Mal no le sabotee.

Los niños

La imagen de los niños, apareciendo en un sueño o como recuerdo, mostrando o no su rostro, pero siempre desenfocados. Este desenfoque puede inducir a una sensación de irrealidad, una irrealidad que trasladada al final de la película, en el momento del reencuentro, junto con la peonza girando, hacen que te preguntes si este uso del desenfoque es un recurso técnico gratuito o una pista que invite a pensar que todavía sigue el sueño.

Por otro lado, los niños al final es cuando por primera vez cambian su gesto, sus movimientos y además están un poco cambiados (no en vano los niños del final son actores diferentes a los del resto de la película), algo interpretable como que aquello ya no es un recuerdo estático, sinó que es una nueva experiencia y realmente se ha encontrado con ellos.

Sea como sea, estamos ante dos hipótesis contradictorias maquiavélicamente premeditadas.

Los viejos soñadores

Mal y Cobb, dos viejos en el limbo paseando cogidos de la mano. Imagen fugaz pero significativa que nos abre otra posiblidad: podemos pensar que en realidad Cobb es un viejo, un hombre ya mayor, que se dedica a soñar para recordar a su esposa, pues prefiere vivir en el sueño que pasar sus minutos en la realidad. ¿Os suena? Es exactamente lo que pasa en el sótano de Yusuf, en el que aquellos viejos comparten un sueño, una vida, lejos de la realidad. «Vienen  a despertarse».

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Que esta teoría no es un disparate queda claro en el diálogo final entre Cobb y Saito en el limbo, significativamente solapado, con uno terminando las frases del otro, más parecido a un monólogo que a una conversación de reencuentro:

Saito: ¿Ha venido a matarme? Estoy esperando a alguien…

Cobb: …a alguien de un sueño que apenas recuerda…

Saito: Cobb. Imposible. Éramos jóvenes los dos y yo ahora soy un viejo

Cobb: …lleno de remordimientos…

Saito: …esperando a morir solo.

Cobb: He vuelto a por usted para recordarle algo, algo que una vez supo: que este mundo no es real.

Saito: ¿Para convencerme de que cumpla nuestro trato?

Cobb: Para que salte al vacío, sí. Vuelva, para que podamos volver a ser jóvenes los dos. Vuleva conmigo, vuelva.

Como véis es un diálogo tremendamente ambiguo, cíclico, Cobb está hablando con Saito para traerle de vuelta a esta realidad que desde el primer segundo hemos perdido de vista, cumpla con su trato y le salve. También habla con Mal, repite un diálogo que tuvo con ella, le dice que deben volver para recuperar su vida, ser jóvenes de nuevo. Le dice que se ha tirado al vacío y ha cumplido su promesa de volver a buscarla. Y finalmente habla consigo mismo, se recuerda que es un viejo que está solo y a punto de morir, que lo que hace es vivir en sueños. «Soy un viejo lleno de remordimientos esperando a morir solo». «Vuelva, para que podamos volver a ser jóvenes los dos». Volver a ser joven, volver a soñar.

Y se despierta en el avión. ¿Saito le mata y se suicida?¿Consiguen sincronizarse con las patadas y volver? Puede que sí. Pero también puede que sigan soñando. Puede que no exista nada de lo que ha pasado y que un hombre corriente que vuelve a casa haya tenido un sueño de tres pares de cojones o puede que la misión haya tenido éxito y Cobb puede volver a casa. Puede que el nuevo despertar sea un nuevo sueño de Cobb.

ÉSTA, amig@s, es la grandeza de Origen, lo que la hace especial. Más allá de los efectismos, lo importante es que Christopher Nolan consigue que tu recuerdo sea el de una pequeña peonza girando y te preguntes si cae o no y, en caso de que caiga, ¿qué significa? Siempre acertarás. Siempre hablarás con alguien y sacaréis una nueva teoría igual de válida, esto es lo importante.

Fijaos en el indicativo detalle de que al final Cobb pone a girar la peonza y la deja atrás, sin mirar el resultado de un test de unos segundos que le da sentido a su vida. ¿Que más da? Lo que le importa es que ha vuelto a ver los rostros de sus hijos y esto es lo que quería, sin importarle si vive en un sueño o en la realidad. No puede saberlo, no quiere saberlo y no le importa. Total, ¿cuál es la diferencia?