Biutiful es el drama por el drama, una película devastadora y sin fisuras que dejen entrar ningún rayo de luz ni el más mínimo aliento de aire fresco. A través del personaje de Uxbal (Javier Bardem), Iñárritu nos hunde hasta una profunda ciénaga barcelonesa inquietantemente reconocible para contar una historia de supervivencia indigna llena de animales hambrientos que no entienden de concesiones al prójimo cuando se trata de salvarse a uno mismo. Incluso el núcleo familiar está podrido en Biutiful, con la madre alcohólica y bipolar, una desgracia de hermano y un amor evidentemente dispar de un padre hacia sus dos hijos.
La sobrecarga de subtramas y las dos horas y pico de metraje no juegan precisamente a favor de esta película, ya que de asfixiante y conmovedora puede pasar a entenderse excesiva y tendenciosa. No obstante, la intención de Inárritu no es la de hacer saltar las lágrimas, si no la de incomodar con un relato en el que el positivismo no tiene espacio.

















