Era atractivo pensar en introducir a Jack Sparrow en En Costas Extrañas de Tim Powers, una novela de la que Piratas del Caribe es deudora por la revolucionaria mezcla de elementos sobrenaturales en una historia de piratas al uso, con un protagonista tan emblemático como el capitán Barbanegra y un universo cargado de imaginación. Sin embargo, En Mareas Misteriosas tiene en la susodicha novela un referente lejano más que una fuente de inspiración artística y un relato sólido en el que construir la película, y esto sin tener en cuenta que el Barbanegra de Ian McShane, a pesar de llenar mucho el plano, sólo es un caniche mono al lado de Davey Jones.

En cualquier caso, el cambio de tercio de esta cuarta entrega es notorio. Primero porque de nuevo es una producción que abraza la condición de blockbuster con ambiciones únicamente económicas y se vuelve a plantear una historia cerrada al estilo de La Maldición de la Perla Negra; y segundo por el relevo en la dirección y la renovación casi íntegra del reparto protagonista.

Rob Marshall coge el timón de la franquicia con el trabajo medio hecho y pese a ello es incapaz de hilar una historia de aventuras con el mismo fulgor que Gore Verbinski, su predecesor. En Mareas Misteriosas es una catálisis continua y Marshall es un estilista de la imagen y un excelente coreógrafo de escenas, pero también un pésimo narrador, incapaz de darle a una película de aventuras el ritmo que pide, y prueba de ello es que ocupa más de media película describiendo a los personajes a pesar de que pocos tengan un peso relevante.

Querían hacer una Última Cruzada con piratas y les ha salido una Calavera de Cristal, un juego de plataformas en el que todo es demasiado fácil y previsible. En Mareas Misteriosas es un soliloquio de Jack Sparrow, el único personaje que se mantiene constante, y el que más retoques necesitaba para renovar la capacidad de sorprender que tenía, por lo que el intento de reformular la serie de Piratas del Caribe desafortunadamente no pasa de un simple lavado de cara.