
Popularmente se dice que del amor al odio hay un solo paso. Esa estrecha línea, esa delgada frontera en ocasiones se cruza y, como era de esperar, saltan chispas. Ese es el tema de esta película y, oh casualidad, es lo que me ocurre a mi con su director: Carol Reed.
Capaz de firmar excelentes filmes como el mítico El tercer hombre o Nuestro hombre en la Habana este director británico se pierde en los años sesenta en una serie de insulsas producciones en las que parece haber perdido el pulso narrativo. Una de esas es El tormento y el éxtasis estrenada en 1965, año en el que mi madre tuvo la afortunada idea, o no, pensarán algunos, de darme a luz (gracias mami).
El guión, verdadera causa de que la cosa no tire para adelante, de Philip Dunne, un guionista de oficio, y el propio Reed, es una adaptación de una novela del escritor americano Irving Stone, especializado en expoliar -sin escrúpulos- biografías de personajes históricos; en este caso la vida del pintor y escultor renacentista italiano Miguel Angel.













