Una vez tras otra, el seleccionador de turno es utilizado como cabeza de turco y puesto a los pies de los caballos mientras el de siempre (el que no sabe decir la palabra «furbol») se mantiene en un cargo vitalicio a cuenta de los votos que le dan sus (muy) satisfechos amigos. Debe de irles muy bien a todos si es que siguen votándolo, claro está. Ex-presidentes de clubes y territoriales conforman la cohorte de un Villar para el que todo va bien, y no existe siquiera la necesidad de reunirse con Aragonés ¿Pa qué?
Me temo que ahí no va a poner orden nadie, y que los vicios adquiridos por parte de un sistema que huele a podrido desde hace varios años, seguirán ensuciando día sí día también el buen nombre de España y pasando por encima de entrenadores a los que se les presumía mano dura y talante para no dejarse gobernar. Y si no que se lo digan a Camacho. Al bueno de Aragonés le gustaría estar respaldado, que la Federación mediara y le ayudara a tener contentos a los divos futbolistas que se quejan de que aquí trinca todo el mundo menos ellos (como si ese fuera ahora el problema) pero no puede; la situación se le va de las manos y por mucho Representante de la Federación que exija en las concentraciones (al fin y al cabo, inventarse nuevos cargos en la Federación nunca fue difícil) todo seguirá como hasta ahora.
Lamentablemente (ya lo dejé claro en un artículo anterior) España es un país de clubes, porque -seamos honestos- si esto estuviera pasando en un Madrid o un Barcelona, Villar ya habría puesto pies en polvorosa como consecuencia de la presión social y de la prensa. En este caso no. Y los fracasos de la selección de todos los españoles pronto cederan el protagonismo a la venidera jornada de liga o la Champions a pesar de los loables intentos de parte de la prensa en que se haga justicia. Pero Villar sigue tan pancho.
Tengo para mí que esto aún no ha acabado y que Aragonés no llegará a Estocolmo. Ojalá y Luís muriera matando.