Con tan solo 16 días para el comienzo del Mundial de Fútbol, se puede palpar un clima de inestabilidad por parte de un sector de la población brasileña con la celebración del Mundial en su país.
La selección brasileña prepara su concentración para el Mundial en la ciudad de Teresópolis, situada a 100 km de Río de Janeiro, pues bien, ayer fue recibida la selección nacional entre protestas y gritos contra la celebración del Mundial. Los manifestantes portaban unas camisetas con el lema «Fifa go home», preocupados por el efecto que pueda provocar el evento, que aunque genere una gran expectación y otorgue cierto prestigio al país, provoque un derroche económico y material que posiblemente no sea tan rentable.

El clima de crispación se encuentra más que latente, y es que Brasil es un país emergente, que está empezando a crecer de forma consistente y que había asentado unas bases para la evolución del país, sin embargo, el mundial ha trastocado esos planes, siendo motivo de duras críticas el que se invierta en un evento de estas características que no genera un crecimiento prolongado, sino que aporta un aumento económico a corto plazo y un turismo intenso durante los días en los que se juegue el Mundial de Fútbol.
Si bien es cierto que Brasil es la capital del fútbol por excelencia, y es el deporte ultranacional, no es el mejor momento para la realización del Mundial, un país que debería invertir en educación y otros servicios públicos, sin embargo, apuesta por el «ladrillo», construyendo estadios e infraestructuras que después del Mundial apenas se usarán, un gasto de dinero y una distribución de los recursos que choca con la ideología y pensamiento de muchos de los ciudadanos brasileños.
La cosa va más allá incluso, muchos manifestantes han avisado de que las protestas continuarán durante el transcurso del Mundial, algo que puede provocar un efecto rebote, ya que Brasil pensaba ganar notoriedad y estatus como país de cara al mundo, demostrando que puede organizar un gran mundial. Sin embargo, que haya este clima de crispación, no será visto con buenos ojos por el esto de países.
Además, claro está, del peligro que supone que haya un grupo de personas (muy amplio) que no quiere que se celebre, ya que genera un cierto miedo entre la gente que quiera ir a ver el Mundial. Ya pudimos ver el Sudáfrica, cuando se celebró el Mundial de 2010, que se creó un sensación de miedo constante, con robos a turistas y jugadores, y que dejó una imagen negativa del país, además de entorpecer el transcurso del Mundial 2014.