Dicen los sabios del fútbol, los que han dedicado su vida al balompié y están, podemos decir, enfermos por este deporte, pasión incontrolable, que el recorrido natural de un futbolista en el campo, a la vez que su trayectoria avanza, es de adelante hacia atrás. Los que lleven más años enganchados a esto lo habrán visto en Beckenbauer. Actualmente, aquí en España, lo hemos comprobado con Puyol. Dos capitanes, personalidades, dentro y fuera del campo, dos iconos para Bayern y Barcelona que empezaron atacando para acabar defendiendo.
Con menos recorrido, pero uno de los jugadores en los que culmina esta máxima es el arquitecto transalpino, el 21, Andrea Pirlo. Natural de Brescia, allí comenzó, pasó por Inter, Reggina y de nuevo Brescia. En 2001 llegó a Milán, para jugar 10 años en el Milan.
Desde la mediapunta, siendo llegador, jugador de último pase y goleador habitual, fue retrasando su posición, creciendo tácticamente y adquiriendo una inteligencia fantástica en el país donde manda el resultado.
Desde hace años le vemos ordenar el juego, iniciarlo, recibir para construir. Pero si hace falta destruir y ponerse el mono de trabajo, el primero es el bueno de Andrea.
Esta temporada juega en la Juventus, pues en Italia son muy habituales los traspasos de jugadores importantes entre equipos grandes como Juve, Milan o Inter, por los cuales ha pasado. Hemos visto cómo no le cierran y tiene libertad para pensar cuando recibe la pelota. Para los hinchas bianconeros es una delicia, para los aficionados al fútbol también, pero para los rivales es un error y un peligro.
Genio y figura, esta temporada está siendo un jugador muy destacado y destacando lleva muchísimos años. Y lo que le queda, pues aún tiene 32 años.
