Esta año, María Blanchard (Santander, 1881- París, 1932) protagonizará dos grandes exposiciones. La primera en la Fundación Botín de Santander y la segunda, en el Museo Reina Sofía de Madrid. La primera se centrará en el período cubista de esta artista española que vivió la pintura con todas sus incertidumbres y convicciones y que llegaría a ser una de las grandes figuras de la vanguardia. La que acogerá el MNCARS será una antológica de toda su trayectoria.
Nacida el mismo año que Picasso, Gargallo o Vázquez Díaz, Blanchard perteneció a una generación de artistas cuyo reconocimiento nunca fue parejo con el suyo. Ha sido y aún sigue siendo hoy, 80 años después de su muerte, la gran desconocida del grupo de artistas que consolidaron la renovación artística de principios del siglo XX.
Pese al tiempo transcurrido, una serie de hechos ajenos a su devenir artístico hicieron que su vida fuera relatada con grandes lagunas y enormes contradicciones y su obra permaneciera en un segundo plano respecto a sus coetáneos y amigos de la vanguardia, a los que sin duda igualó y en algunos casos superó.
Estas dos muestras tratarán de poner en valor la aportación de una mujer entregada en su totalidad al arte durante los primeros años del siglo XX y a la que sus amigos, grandes artistas, reconocieron como otra grande.
La propuesta expositiva que se presentará en la sala de la Fundación Botín a mediados de junio girará en torno a su trabajo cubista, (1913-1919), siendo esta la primera muestra de carácter científico que se lleva a cabo sobre este período. Contará con fondos internacionales, gran parte de las cuales no se han mostrado nunca en España, y algunos son inéditos. También es la primera vez que se incluyen dibujos.
En total, la exposición mostrará 50 obras del período cubista, 20 más de las que se podrán ver en Madrid, lo que permitirá descubrir en toda su magnitud la importancia de esta etapa de su trayectoria artística. La artista se adentra con pasión en el movimiento. Su obra presenta una clara evolución. Desde un primer cubismo en el que ejecuta obras sencillas, con elementos figurativos fácilmente identificables, que representa mediante formas geométricas en planos superpuestos, evolucionando hacia un cubismo más sintético, en unas composiciones en las que reduce la temática a elementos esenciales, expresados mediante planos expuestos desde diversas perspectivas.
Blanchard concibe una obra muy personal en su paleta, en su construcción, en sus temas. Pero por encima de todo ello está su libertad de creación. Trabaja con rigor, con sinceridad, con sentimiento, pero sobre todo trabaja en libertad. Se trata, pues, de un cubismo muy personal que se distingue por su rigor formal, su austeridad y el dominio del color. Con estas obras no solo alcanzará el éxito, sino también el reconocimiento de marchantes, críticos y artistas. No llegará a crear escuela, pero contribuirá al desarrollo del movimiento, con la misma categoría y entidad que los demás artistas de su generación.