Alberto, un apasionado de la danza procedente de Venezuela, ha dedicado su vida a esta forma de arte desde que tenía seis años. A lo largo de su trayectoria, ha logrado convertirse en un referente en la comunidad de danza de Punta Cana, donde ahora comparte su experiencia y conocimiento con las nuevas generaciones a través de la Escuela Albert Studio Dance. Con 40 años, Alberto no solo enseña los fundamentos de la danza clásica y moderna, sino que también incorpora talleres de maquillaje y diseño de moda sostenible.
Este instructor y mentor es consciente de la importancia de fomentar una cultura inclusiva y empoderadora entre los jóvenes talentos. Asegura que Punta Cana está llena de bailarines con gran potencial y trabaja incansablemente para abrirles las puertas hacia un futuro brillante en el mundo de la danza. “¿Mi misión? Permitir que estos jóvenes artistas moldeen su propio futuro. Cuando la música se detenga, deben estar listos para bailar al ritmo de su propio compás”, comenta Alberto, quien enfatiza la necesidad de brindar oportunidades a los jóvenes.
Bajo su guía, los estudiantes aprenden no solo técnicas de danza, sino también la importancia de la colaboración y el intercambio cultural. Alberto destaca que el contacto entre bailarines de distintas nacionalidades, en este caso venezolanos y dominicanos, enriquece el proceso educativo y crea un ambiente de unidad. “En su pasión compartida, encuentran un terreno común, uniendo fronteras con cada giro”, señala mientras corrige las posturas de sus alumnos.
La danza, según Alberto, es más que una disciplina artística; se convierte en un vehículo para el cambio social. “La música no conoce fronteras y es una gran herramienta de integración. A través del arte y la danza podemos derribar barreras y crear un futuro más inclusivo. Cada paso de un bailarín lleva consigo los sueños de los migrantes en todas partes”, reflexiona. Afirma que la danza le transporta a otros mundos, donde el intercambio de culturas e ideas se convierte en un símbolo de unidad en la diversidad.
Alberto sigue trabajando con pasión y dedicación, convencido de que la danza puede transformar vidas y construir puentes entre comunidades, abriendo nuevas oportunidades para aquellos que se atreven a soñar y a moverse al compás de la música. En cada clase, no solo se forman bailarines, sino también una comunidad unida por la misma pasión.
Fuente: ONU últimas noticias