Hoy nos deslizaremos hasta el siglo XIX para centrarnos en varias temáticas del estilo de los decorados, de la naturaleza, de las formas, de las flores y de los colores: el modernismo. Uno de los artistas más representativos es Gustav Klimt, que nació justamente hace 150 años cuando entremos en 2012. Era una etapa en la que Viena vivía la mayor renovación de su historia. La demolición de las murallas y la urbanización del espacio adyacente habían creado un gran anillo, la Ringstrasse, que rodeaba la ciudad antigua de enormes edificios públicos y grandes palacios de la aristocracia y la pujante burguesía.
Klimt se benefició de aquella actividad constructiva y uno de sus primeros trabajos fue la decoración de la escalinata del nuevo teatro imperial. Allí conoció la relación de las diferentes artes pero también a sí mismo, lo que le haría ser un artista tan característico. En la arquitectura eran los tiempos de los “neos”: neoclásico, neobarroco, neorrenacimiento… y lo mismo ocurriría con la pintura, la escultura y las artes decorativas. El escenario de la Ringstrasse resultaba cada vez más cargado de
nuevos artistas apoyados por el afán artístico de los burgueses. Fue el propio Gustav Klimt quien fundó en esta época, en 1897, un movimiento llamado la Secesión, donde se agruparon los creadores más innovadores de Viena y llenó los salones de la burguesía de colores vivos, fondos dorados y una belleza tan sensual como mórbida que expresaba el apogeo de un mundo a punto de desparecer.
El aniversario del nacimiento de Klimt en 2012 vestirá a Viena con el esplendor de su arte. Hasta ocho grandes exposiciones tratarán la obra del artista desde distintos puntos de vista, además de todo tipo de actividades lúdicas y culturales.