El paraíso de los fantasmas; de algunos…

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Normalmente los pastiches, tanto en música como en literatura o cine, o lo que sea, suelen ser un espanto y denotan un fracaso al ensamblar diferentes elementos para crear una obra nueva. Claro que cuando sale bien pues puede salir un Quijote, como le salió a Cervantes o bien un Tubular Bells cual fue el caso de Mike Oldfield allá por 1973.

Mira tú por donde, al año siguiente, en 1974, un poco fogueado Brian de Palma estrena un engendro de marca mayor, El fantasma del Paraíso, que mezcla elementos de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, Fausto de Goethe, Frankenstein de Mary Shelley y El fantasma de la ópera de Gaston Leroux. Dicho así, uno debería aterrorizarse y llevarse las manos a la cabeza, pero cuando se ve la película se comprende que la intención del director no es nada pretenciosa en absoluto, y que los homenajes a estos libros y personajes están hechos con cariño, y, lo que es mejor, con un gran sentido del humor.

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La cinta que tengo la grabé hace la tira de años en VHS, en una de aquellas sesiones de madrugada que las televisiones programaban con rarezas de todo tipo. No la he visto en cine por lo tanto, al contrario que mi cuñado que trabajaba en los cines Griffith de Madrid y se la sabe de memoria. Pero da igual, porque ya digo que lo mejor es el tono de tragedia y drama de altura, cuando lo cierto es que esa grandilocuencia, dados los limitados medios de producción, resulta muy divertida y seductora.

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Empieza la película, ya en los títulos de crédito, con una canción hilarante y delirante: «Goodbye, Eddie, goodbye» que cuenta la historia de un malogrado y drogota cantante de rock, a ritmo de doo woop de los años cincuenta. El resto del film va contando la historia romántica, gótica, de tebeo juvenil, tigrada con otros temas musicales compuestos por el cantautor Paul Williams, quien tiene uno de los papeles protagonistas. Cierto es que uno de los platos fuertes es esta banda sonora compuesta por Williams; muy inspirada y que poco tiene que ver con el resto de discos del compositor, mucho más convencionales.

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Hay otra película, producida al año siguiente, en 1975, con la que a menudo se la compara The Rocky Horror Picture Show de Jim Sharman. Se trata de un dislate semejante al que comentamos, también musical y con una estética muy personal, pero, para mi gusto, con un argumento mucho más flojo.

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