‘Extraterrestre’, los humanos somos así

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La carrera espacial del cine hace tiempo que la ganó EEUU y es de justicia reconocer a los norteamericanos el honor de ser los artífices del imaginario universal entorno a los extraterrestres o, mejor dicho, entorno a la posibilidad de su existencia. El abanico de morfologías y temáticas entorno a los alienígenas es amplísimo, los hemos visto invasores (Independence Day), monstruos (Alien), plagas (La Invasión de los Ladrones de Cuerpos), cazadores (Predator), simpáticos (Paul), paródicos (Mars Attacks!), entrañables (E.T.), mecánicos (Transformers), sexys (Species) e incluso metafóricos (Distrito 9), y esto sin contar los que seguro olvido.

Todas estas formas de representación plasmadas en distintas películas tienen un nicho común en la hipótesis libre del encuentro místico entre criaturas de naturaleza dispar (hombres y extraterrestres) del que realmete sólo conocemos lo que nosotros mismos hemos creado de forma unilateral. Así que me pregunto ¿por qué esta obsesión por explorar nuevos mundos si todavía queda tanto por descubrir del nuestro?

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Si miramos a nuestro alrededor, a lo que conocemos, vemos que nosotros mismos podemos convertirnos en extraterrestres cuando entramos en ecosistemas extraños. De este modo, tan extraterrestre es ese hombre que se despierta en una cama ajena sin recordar cómo ha llegado allí, como ese vecino obsesionado con invadir tu vida privada, como esta pareja en que, a pesar de llevar años juntos, siguen siendo completos desconocidos el uno con el otro. Por esto Extraterrestre es una inteligente sátira sobre la condición alienígena del ser humano en la que el director, de nuevo, se sirve de su profundo conocimiento del lenguaje que maneja para cambiar el discurso y hacer una aproximación intimista y cercana al universo de la ciencia-ficción.

Como ya hizo en Los Cronocrímenes (2008), película en la que el protagonista se enfrentaba a su propio fantasma sexual creado a raíz de de los viajes en el tiempo, Nacho Vigalondo utiliza el elemento fantástico a la vez como premisa y como arma de distracción. La invasión alienígena de Extraterrestre es en realidad una pregunta que invoca la memoria colectiva que comentaba unas líneas más arriba y hace bailar tanto a personajes como espectadores al son de la hipótesis irresoluble que, sin embargo, genera otras preguntas de orden más terrenal; como también lo es la propuesta de la película, en la que el sci-fi minimalista da paso a una hilarante comedia chanante.

La brillantez de Vigalondo reside en su capacidad de convertir en extraordinario un relato cotidiano en el que la épica está en la retirada, donde no hay héroes y villanos, sino mentiras, anhelos y artimañas descaradamente humanas. Y es que en el fondo los extraterrestres no sabemos como son, pero los humanos realmente somos así.

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