Origen y desaparición de los cocoposos

Origen y desaparición de los cocoposos 5Los cocodrilos son animales solitarios que lloran cuando devoran a sus presas. Los expertos dicen que es por un mecanismo de sus mandíbulas que hacen que los lacrimales dejen escapar las lágrimas, por eso parece que lloran. Pero la realidad es bien distinta. Los cocodrilos lloran desde que desapareció el último cocoposo, porque saben que ya nunca podrán volver a volar.

Hace mucho, mucho tiempo, un cocodrilo deseaba volar, y buscó a un espíritu del bosque para hacerle una petición. «Oh, todo poderoso espíritu» – decía el cocodrilo – «¿por qué las mariposas después de pasar una vida como gusanos, tienen el don de volar y poder ver el mundo desde las alturas y nosotros, los cocodrilos, no?». El ente del bosque le respondió con una lacónica respuesta: «Porque tiene que ser así».

Pero el cocodrilo no se quedó conforme y día a día, seguía implorando: «Oh, todopoderoso espíritu, ¿podré algún día ver mi lago desde arriba y tener unas grandes alas de colores con las que salir a conocer otros mundos?». «No puede ser así», respondía una y otra vez el espíritu del bosque ante las súplicas del cocodrilo.

Hasta que un día, las mariposas se apiadaron de él y decidieron hablar con el señor de los bosques para que concediese al cocodrilo este don. Aunque el espíritu del bosque sabía que no saldría bien, al final se lo concedió, con una extraña advertencia: «Los tuyos llorarán por tu destino hasta el fin de sus días».

El cocodrilo se levantó una mañana y ya no era un cocodrilo. Era mucho más pequeño. Tenía seis patas y algo que salía de su espalda. No podía creerlo, ¡se había convertido en una mariposa! Lleno de alegría, levantó el vuelo torpemente y fue a contárselo a sus amigos cocodrilos. Cuando pasó sobre el agua se vio reflejado: era un ser extraño, cuerpo de mariposa y cabeza de cocodrilo.

Vio a sus familiares y éstos no podían creerlo. ¡Podía volar! Si el espíritu del bosque les concedía a ellos ese favor, podrían conocer también el mundo. Pero de pronto, un humano encontró al nuevo cocoposo y lo capturó. «Es un ejemplar único», decía el hombre mientras lo metía en un bote de cristal. Pero los cocodrilos sabían lo que los humanos hacían a los de su especie… y supieron que ese era el fin del primer y único cocoposo.

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