Francia se sigue posicionando como primera potencia europea en lo que a cine de terror se refiere y van saliendo títulos cuanto menos interesantes. El año pasado vimos Martyrs, una cinta desagradable e impactante por su explítia y inhumana violencia, que es el más claro ejemplo de esta tendencia del país galo.
La semana pasada llegó a algunas salas españolas Vertige, de Abel Ferry, quién ya apuntó maneras con su trabajo anterior, El bueno, el feo y los zombies, aunque no tuvo demasiado tirón.
Vertige apunta alto (perdón por el mediochiste) y va a saco desde el primer minuto. Se agradece que no se ande en subtilezas a la hora de presentar sus personajes y vaya directamente a lo que toca, a subir la montaña y a ver qué pasa. La verdad es que los 40 minutos iniciales son muy prometedores, ya que con una magnífica fotografía, una banda sonora ligera, el generoso escote de Fanny Valette y un par de situaciones límite presenta una cinta de survival alpino ejemplar. Los momentos de tensión son memorables, siempre evocando al terror más primario como el «simple» vértigo o los accidentes que pueden ocurrir en la naturaleza.
Para desgracia para todos, Ferry no es capaz de aguantar esa brillantez durante los escasos 80 minutos de metraje y echa por la borda un buen trabajo. Por gracia divina, a media película cambia el género y nos mete un slasher mal llevado y mal resuelto.
Aunque algunas escenas realmente estén curradas técnicamente y se mantengan pequeños atisbos de originalidad, el espectador nunca vuelve a entrar en la película después del roto de la mitad, cual Romario a Rafa Alkorta.
Por eso creo que Vertige es una elección a tener muy en cuenta a la hora de montar una maratón en casita con ganchitos y cerveza, porque cumple a medias como película de terror y cumple sobradamente como slasher cutre para reír un rato.