La metálica prosa de » Solaris «se convierte en el medio ideal para ofrecernos el testimonio de Kelvin, un melancólico científico traumatizado por culpa del suicidio de su mujer, que vaga aturdido por la estación orbital como si fuera un caminante sin destino fugado de una Nouveau permanece. Pronto la aventura espacial se convierte en una historia de fantasmas. La aparición de la mujer de Kelvin-convertida en una presencia evocadora pero sin pasado – hace brotar el recuerdo – y también las sacudidas emocionales – del protagonista y, al tiempo, confirma la dificultad de poner orden en la propia psique.
Solaris – el planeta – es mucho más que un mero «océano autista» o un extraterrestre parásito que se alimenta de los recuerdos humanos. En realidad, es un espacio supra terrenal, como el purgatorio de Dante o la isla de » Lost «, si me permiten un ejemplo un poco herético, que enfrenta a Kris Kelvin – y, por extensión, a todos nosotros-ante un abismo existencial que obliga a reconsiderar la vida entera. Solaris es un caos de recuerdos y pensamientos, de emociones y visiones fugaces, de reinterpretaciones forzosamente incompletas, casi siempre tardías, como nuestra propia vida. Por eso, su imaginario se convirtió en el magma ideal para un cineasta como Andrei Tarkovski expresara sus irremediables diferencias con su presente (o porque lo más convencional Steven Soderbergh planeara una historia romántica). No es de extrañar que a Lem no le convenciera del todo ninguna de las dos versiones cinematográficas, al fin y al cabo, la novela es tan escurridiza, tan difícil de alcanzar como el propio planeta.
» Solaris «es, según se mire, una novela-experiencia que, bajo la coartada propicia de adscribirse a un género de tendencias claramente huidizas, nos acosa progresivamente hasta enfrentarnos al interrogante de la existencia humana; es decir, en nuestro propio misterio.
Fuente: Wikipedia