Damas y caballeros, estamos ante un MALDITO CLÁSICO DE LA CIENCIA-FICCIÓN, y es algo que no decía con tanta convicción desde que ví Gattaca hace ya varios años.
Moon es tremendamente acojonante por varios motivos que ya iré desarrollando, pero sobretodo es para cagarse en los pantalones por su propuesta limpia, honesta, transparente y desgarradora.
La historia va de un astronauta, Sam Bell (Sam Rockwell) que trabaja en la Luna recogiendo helio y enviándolo a la Tierra como fuente de energía. Está solo, tiene un contrato de 3 años y cuando faltan dos semanas para terminar su tarea todo se tuerce por un increible descubrimiento. Y lo que mola más, y hace que esta peli sea distinta a tantas otras, es que el jodido descubrimiento no es el sorpresón de la película, sino que ES la película.
Y AHORA VIENEN LOS SPOILERS, que por saberlos no voy a chafar la película a nadie, pero los tiquismiquis mejor dejáis de leer.
Resulta que Sam Bell es un clon. Y hace tiempo que es un clon. Resulta que la promesa de volver a casa cumplidos los tres años no es tal, sinó que lo que hace la empresa Lunar es expulsar el clon de turno al espacio y poner a otro en su lugar. Lo que pasa es que esta vez el «primer» Sam Bell tiene un accidente, es dado por muerto, y sacan de la nevera a un «segundo» Sam Bell que lo acaba rescatando. Y luego empieza la película de verdad.
Dos Sam Bells, con los recuerdos, la vida y los sentimientos de Sam Bell y ambos son clones. Además, Gerty (una especie de Hal 9000 con emoticones), se lo deja bien claro. Eres un clon. Qué haces?
Y luego todo es tensión envuelta de una angustiosa calma, dos personas, la misma persona aunque no lo parezcan, saben que estan allí para cumplir una función, y aunque tengan una vida, unos recuerdos y un anhelo de futuro quizá, sólo quizá, no tienen derecho a ello porque el Sam Bell de verdad ya hace años que está en casa. Qué haces?
Y luego chocan las diferencias entre la misma persona, una que acaba de «nacer» y otra ya deteriorada por tres años de soledad vividos literalmente para nada. Y emerge la humanidad de ambos, resignados cada uno a su condición. Y luego cada uno va aprendiendo y asimilando el valor de su existencia. Es enorme, de verdad.
Y la película tiene un mérito brutal porque su presupuesto es de 5 exprimidísimos millones de dólares. El escenario, los pocos decorados que aparecen; son maquetas, es real y tangible. Tiene personalidad. Y forma parte de la película, como pasaba en otros films del género como 2001 o Alien. El escenario es una extensión de la brillante dirección del debutante (y ahora paro para aplaudir) Duncan Jones, funcional, minimalista y sincero.
Y para terminar, la mención de honor es para Sam Rockwell, con una, o mejor dicho, DOS interpretaciones del mismo personaje. Interaccionando consigo mismo y llevando él el mango de la película, siendo él mismo el jodido clímax desde el minuto 1 al 92. Y ahora vuelvo a aplaudir.