Dada la naturaleza de la nueva producción de Robert Rodríguez (recordamos que todo se origina en un fake tráiler) es prácticamente imposible valorar Machete en términos me atrevería a decir que racionales.
La película directamente es una versión extendida del tráiler. Básicamente, mantiene los tres nudos de la historia que se dibujaban en el «esbozo» y lo que hace es meter carnaza en medio en forma de violencia brutal, generosas dosis de erotismo y un reparto entregado a participar del paripé, muy conscientes de la poca seriedad del universo vesánico que constituye Machete.
A mi entender, Robert Rodríguez se maneja muy bien en esta fina línea que separa el desquicio del ridículo, planteando una película ligera, de final de verano, con originales secuencias de acción que descubren chistosas maneras de asesinar al personal.
Machete tiene una frescura y un ritmo trepidantes, los parones de la masacre son los justos para desarrollar lo necesario la trama de venganza, frívolo racismo, conflicto inmigracional y revolución; con consciencia de que la trama es importante para no salir al ruedo con un descalabro, pero también teniendo claro que lo importante aquí era que hubiera carne picada como para hacer lasaña para media Italia.
Lamentablemente, pero, Machete no aguanta la exigencia autoimpuesta de andar todo el rato al borde del delirio y en los últimos 20 minutos cae en el pozo de la estupidez con una batalla final completamente desdibujada. Demasiados personajes, demasiado slow motion, demasiada pose y ni rastro de coherencia ni de acción desmedida. En definitiva, una resolución exageradamente fácil y redonda que no concuerda con los trazos que se habían marcado durante el resto del film.
Si añadimos la poca credibilidad de Danny Trejo como protagonista y el arsenal de tópicos y guiños que rellenan la película (Lindsay Lohan que pasa de guarra a monja o Robert De Niro volviendo a conducir un taxi), la sensación es que lo que podía ser una obra maestra dentro de un género menor, acaba siendo una chorrada sobradamente entretenida, magistral por momentos, pero empañada por un final sin mordiente que desluce una de las mejores películas de Robert Rodríguez hasta la fecha.
Lo mejor: Jeff Fahey (Lapidus de Lost), Machete usando un intestino como cuerda y los vídeos de campaña.
Lo peor: El final insípido.