La Gran Biblioteca Alejandrina (Parte I)

Por mi experiencia, que no es mucha, he llegado a la conclusión de que cuando se recorre algún país hay que tener los ojos bien abiertos, el corazón encogido, y sobre todo, intentar establecer intercambios culturales, y así conocer un poco mejor a sus gentes y costumbres.

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He recorrido países de tres continentes, en los que he contemplado bellos parajes, pueblos, ciudades y monumentos. También he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas de distintas etnias y creencias. Entre las que existen los marginados, los que lo han perdido todo, sumergidos en la pobreza; curiosamente, suelen ser aquellos que con más amabilidad te agradecen las palabras que les diriges. Muestran cierta inquietud por conocer lo que hay más allá del horizonte que ellos ven. Son respetuosos con los forasteros, están necesitados de comunicación y compresión. Una vez más, pude comprobarlo entre los habitantes de Egipto.

Durante mis dos estancias en Egipto me invadió esa sensación fascinante que reina en el ambiente. Nunca ha dejado de sorprenderme este hermoso país, cargado de exquisitas bellezas históricas y naturales. Es extraordinario: por dónde se mire ha sabido, a lo largo de milenios, conservar sus magníficos monumentos, un ejemplo vivo de lo que fue su pasado. Según dice un proverbio egipcio: «Quien bebe agua del Nilo, vuelve a Egipto«. Así pues, eso es lo que me ocurrió y está en proyecto volver de nuevo.

En mi última visita por este país recorrí el Noroeste: Oasis de Bahariya, Sahara El Beda, Sahara El Guedida y Sahara El Adima, y parte del Norte. De los maravillosos, recónditos e insospechados lugares, destacaré la monumental y asombrosa ciudad de Alejandría, fundada por Alejandro Magno en el 332 a.C., y lo que llegó a ser la Gran Biblioteca Alejandrina. Según el Astrónomo Carl Sagan (1.934-1.996) en su obra «Cosmos» dice: «Es el lugar dónde los hombres se reunieron por primera vez, de modo serio y sistemático, para el conocimiento del mundo. El cerebro y el corazón del mundo antiguo«.

Para tener una idea de lo que fue esta Institución, creo que sería conveniente hacer un breve repaso de su historia, su creación, y la mejor manera es retroceder en el tiempo.

Tolomeo Sóter (reinó 323-283 a.C) fue uno de los exitosos generales de Alejandro Magno. Recibió la Administración de Egipto a la muerte de Alejandro (323 a.C) consolidándose como Rey de Egipto bajo el nombre de Ptolomeo I Sóter. Fue el fundador de la Dinastía Ptolomeíca, durante el periódo Helenístico. Fue Demetrio de Falera, pensador y sabio griego, desterrado, y tutor de su hijo Ptolomeo II Filadelfo, quién le sugirió construir un templo dedicado a las Musas, diosas de las Artes y las Ciencias. El edificio llamado Museo, formaba parte de los palacios reales; tenía un área que se dedicó a Biblioteca, que llegó a ser conocida en todo el mundo antiguo por su magnificencia, como la Real Biblioteca de Alejandría.

Se ha investigado mucho y sólo se manejan hipótesis de cómo estaba estructurada. Lo que no hay duda es que existió. En el año 2.004, un equipo de arqueólogos egipcios dirigidos por Zahi Hawass, en la zona conocida por Brucheion, encontraron lo que parece ser una parte de la Gran Biblioteca. Se descubrieron trece salas de conferencias, cada una con un podium central; lo que indica que era una edificación muy grande para su época.

También podemos contar como signo de testimonio del lugar, al geográfo griego Estrabón, gran viajero, que hizo una descripción en la visita que hizo a Alejandría a finales del siglo I a.C. Hace referencia al Museo-Biblioteca: «El edificio es una obra hecha al descubierto, circular, con unos asientos pegados a la parte interior de la curva. También una estancia amplia dónde comían los sabios y los empleados. La Biblioteca tenía un observatorio en su terraza susperior. Estaba rodeado de aulas, laboratorios, instrumentos astronómicos, jardines botánicos, zoológico y salas de disección«. Había un sacerdote a cargo del Museo, designado por el Rey. Los eruditos no eran funcionarios, cobraban un salario.

La labor cotidiana de la Gran Biblioteca era inmensa, fue el centro de las publicaciones oficiales. El núcleo principal era su colección de libros: parece probable que en esta época contuviera medio millón de volúmenes. En el año 48 a.C. cuando reinana Julio César, estuvieron depositados hasta 700.000 libros.

Ptolomeo I Sóter, encargó al poeta y filosófo Calímaco la tarea de catalogación de los volúmenes y libros. Creo un fichero al que llamó «Pinakes» o «Tablas». Fue el primer Bibliotecario de Alejandría. Las personas que escribían o copiaban se llamaban Amanuenses. Los papiros jamás se plegaban: se enrollaban. Las obras se presentaban en rollos (volumen).

Cada volumen estaba formado por hojas de papiro unidas unas a otras, formando una banda que se enrollaba en un cilindro de madera. Otros en hojas cortadas, que formaban los llamados tomos. Cada una de estas obras podía dividirse en «partes» o «libros». Los textos estaban escritos en columnas, con tinta amarilla diluida en mirra.

Los Amanuenses utilizaban un solo lado del papiro y escribían con una caña afilada llamada «cálamo». Los rollos etiquetados eran colocados en estantes de madera llamados los «armarios murales». Utilizaban perchas para los manuscritos, los mejores de los cuales se untaban con aceite de lino, o en bolsa de cuero. Estaban ordenados por materias: textos literarios, filosóficos, ciéntificos y técnicos.

Las personas encargadas de la Gran Biblioteca, enviaban negociadores a todos los lugares del mundo para que pudieran hacerse con textos de diversas culturas y lenguas. A veces, compraban bibliotecas enteras y otras la tomaban como préstamo para hacer copias, las cuales eran muy apreciadas. Estas copias eran rectificadas o corregidas, y pasaban a engrosar la colección.

Por orden del Rey, la vigilancia que había en el Puerto de Alejandría era extrema. Las embarcaciones que arribaban eran inspeccionadas por las autoridades en busca de material bibliográfico, susceptible de ser copiado. Si lo hallaban, lo requisaban y después era devuelto a sus dueños.

(Continuará)

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