‘Insidious’, James Wan busca el norte

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James Wan dio el salto al primer plano del panorama cinematográfico en 2004, cuando estrenó su segundo largometraje, Saw. Entonces demostró ser un director tan loco como eficiente, aportando algo nuevo al cine de terror con un presupuesto muy modesto pero con mucho talento y ganas tras las cámaras. Saw destila las mejores cualidades de este director de origen australiano, como la creación de ambientes surrealistas e inquietantes como marcos de historias que van a toda pastilla, en bajada y sin frenos, en las que la sorpresa es constante y el guión da tantos giros próximos a la inverosimilitud cuya aceptación pasa por adentrarse en universo aparte en el que todo vale. Sin embargo, en sus siguientes películas (Silencio desde el mal y Sentencia de muerte), el histrionismo de Wan se sale por la tangente, el descontrol es llevado al límite y unos filmes prometedores se convierten en títulos menores más cercanos a la anécdota que al cine de calidad.

Insidious, en cambio, destila una intención del director de recuperar el rumbo dando unos pasos atrás. James Wan vuelve a escribir con Leigh Whannell y maneja un presupuesto bajo que, sin embargo, no le impide contar con dos buenos actores como Patrick Wilson y Rose Byrne para esta nueva película con tintes clásicos que parte de la historia de fantasmas y casas convencional pero que se desarrolla con gran imaginación durante buena parte del metraje.

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Con esta cura de humildad, Insidious es sin duda uno de los mejores filmes de casas encantadas de los últimos tiempos, que supera la media porque mezcla la sugerencia con el horror físico, mostrando a plena luz fantasmas de apariencia aterradora a la vez que induce la certeza de que hay una amenaza todavía peor que la que vemos. Durante una hora y cuarto, Insidious sigue una línea ascendente gracias al creciente horror oxigenado con momentos cómicos de la mano de unos cazafantasmas muy peculiares, en la línea de la locura del realizador.

A pesar de todo, con James Wan siempre hay un “pero”. En Insidious el problema es que en su afán de abrazar el clasicismo, lo que hace es caer en el tópico y la segunda parte de la película es de factura rudimentaria y absurda, con una serie de giros de guión que se ven de lejos y con la típica vuelta al pasado como origen de todo y fuente de la solución final.

Insidious es una película bipolar en la que se refleja lo mejor y lo peor que puede ofrecer su director, un hombre que deambula por el amplio lecho que hay entre la eterna promesa y el fiasco. De todas formas, el filme no aburre a pesar de que al cabo de una hora empieza a desinflarse progresivamente hasta dejar la irremediable sensación de que James Wan no ha tenido éxito esta vez, pero que quizá haya encontrado el rumbo para volver a ser “el director de Saw”.

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