En Belém, Brasil, el foco de atención durante la 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se ha centrado en la necesidad urgente de transformar la financiación climática de una promesa a un instrumento efectivo de salvamento. Los representantes de naciones en primera línea de la crisis climática han destacado que, sin recursos financieros adecuados, es imposible avanzar hacia la seguridad, la justicia y la supervivencia ante los retos que presenta el cambio climático.
Durante el evento, se ha enfatizado que cada avance en la lucha contra el cambio climático depende en gran medida de la movilización financiera. La presidenta de la Asamblea General de la ONU, Annalena Baerbock, destacó la importancia de implementar hasta 1,3 billones de dólares en financiación climática anual, resaltando que estos fondos deben llegar rápidamente a quienes más lo necesitan, de forma justa y transparente. Baerbock explicó que la inseguridad climática alimenta problemas como el hambre y la pobreza, y que estos, a su vez, generan migraciones forzadas y conflictos, creando un ciclo vicioso que agrava aún más la situación y desalienta la inversión.
Reflexionando sobre el décimo aniversario del Acuerdo de París, Baerbock recordó el impulso emocional que generó en 2015, cuando se estableció un tratado internacional vinculante sobre el clima. En la actualidad, las energías renovables han superado las expectativas iniciales, convirtiéndose en la forma de electricidad más barata disponible y en la principal fuente de energía de rápido crecimiento a nivel global. En 2024, la inversión en energía limpia se estima que alcanzará los 2 billones de dólares, superando la inversión en combustibles fósiles.
Sin embargo, la presidenta advirtió que aún persiste un gran potencial no explotado en regiones como África, donde más de 600 millones de personas carecen de acceso a la electricidad, a pesar de contar con un potencial de energía renovable que es 50 veces mayor que la demanda global prevista para 2040. Por ello, instó a los países desarrollados a cumplir con sus compromisos y a impulsar reformas en las instituciones financieras internacionales.
Simon Stiell, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también tomó la palabra para subrayar el impacto transformador de la financiación climática. Describió estos recursos como el «alma de la acción climática», capaz de convertir planes en realidades tangibles y de incrementar la ambición de los países en desarrollo. Stiell destacó que, aunque se han realizado inversiones significativas en energía limpia y resiliencia, los fondos disponibles siguen siendo insuficientes e irregulares, lo que crea dificultades para que los países más vulnerables accedan a ellos.
Además, subrayó que «cuando fluye la financiación, crece la ambición», lo que resulta en una implementación que puede generar empleo, reducir el costo de la vida, mejorar la salud pública y proteger a las comunidades, contribuyendo así a un planeta más resiliente y próspero para todos. La COP30 se presenta, por tanto, como una oportunidad crucial para demostrar que la cooperación climática puede allanar el camino hacia un futuro sostenible y equitativo.
Fuente: ONU últimas noticias





