Se acercan las vacaciones de Navidad, un periodo en el que muchos menores temen quedar excluidos de chats y grupos digitales, lo que puede tener un impacto significativo en su bienestar emocional. Según expertos de Qustodio, es fundamental que los padres acompañen a sus adolescentes en el uso de la tecnología, mediante la escucha activa y la validación de sus sentimientos, para fomentar relaciones saludables en el entorno digital.
La exclusión de un grupo de WhatsApp o la falta de invitaciones para planes sociales puede parecer trivial para los adultos, pero para muchos adolescentes, representa un daño emocional profundo. La llegada de las vacaciones, que interrumpe la rutina diaria del colegio, acentúa estas preocupaciones y puede generar un sentimiento de aislamiento. Especialmente los jóvenes entre 12 y 16 años son los más vulnerables a esta forma de exclusión, ya que en esta etapa la necesidad de pertenencia es crucial y gran parte de su vida social se desarrolla en plataformas digitales.
El impacto de la exclusión digital puede ser devastador. A nivel personal, los jóvenes pueden experimentar inseguridades y frustraciones, mientras que socialmente, se ven privados de información valiosa y se sienten apartados de decisiones grupales. Frecuentemente, la razón detrás de esta exclusión no es clara para los afectados, lo que puede inducirles a cuestionar su valía personal y sentir que no encajan en el grupo.
La psicóloga Gloria R. Ben advierte que la normalización de dinámicas de exclusión puede anticipar formas más graves de ciberacoso, donde el rechazo se vuelve más explícito y destructivo. Por ello, detectar estos signos de exclusión es esencial. Cambios en el estado de ánimo, como la irritabilidad o una tristeza persistente, junto con comportamientos contradictorios en el uso del móvil, son indicadores que los padres deben tener en cuenta. En épocas festivas, estos efectos pueden intensificarse, llevando a un mayor aislamiento social.
Desde Qustodio se subraya la importancia de no minimizar estas experiencias, ya que para los jóvenes la exclusión digital puede ser tan dañina como una exclusión cara a cara. Recalcan que proporcionar un espacio seguro y dispuesto a escuchar, sin juicios, así como validar las emociones de los menores son prácticas necesarias para su bienestar.
La educación digital es clave no solo para prevenir problemas, sino también para identificar y afrontar hábitos negativos en línea. La influencia de los adultos en el uso que hacen de la tecnología es determinante, ya que su comportamiento modela el de los menores. Promover un uso equilibrado de los dispositivos y dar valor a las interacciones cara a cara son recomendaciones esenciales.
Además, enseñar a los jóvenes a manejar situaciones de exclusión digital es vital. Por ejemplo, en los chats grupales, una estrategia podría ser desviar la atención de dinámicas de conversación que puedan resultar incómodas. Establecer límites en el uso de dispositivos y fomentar relaciones fuera del ámbito digital contribuyen a mitigar la inquietud asociada a la exclusión.
El acompañamiento familiar es crucial para promover un uso más saludable y empático de la tecnología. Crear espacios de diálogo permitirá a los menores expresar cómo se sienten frente a estas dinámicas, lo que les proporcionará un sentido de compañía y apoyo en momentos difíciles.





