El realismo «artificial» de Condo

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La Shirn Kunsthalle se regodea en los desvaríos del provocador americano. Fue amigo de grandes del pop en los ochenta neoyorquinos, como Keith Haring y Jean Michel Baquiat, y como ellos marcó un estilo y una época que todos tenemos asociados al East Village neoyorquino de la exuberancia irreverente que  ha permeado el hacer artístico de los grandes del siglo XXI.

Nacido en 1957 en New Hampshire, en la costa Este de EE UU, George  Condo ha desarrollado un estilo que si no puede negar la generación a la que pertenece ni las de las que bebe, rompe moldes en un guiño personal a toda la historia del arte, vista desde el desparpajo de una contemporaneidad cada día más sedienta de valores.

Pintor, escultor, diseñador de portadas de discos, su obra ha sido calificada por algunos críticos de «realismo artificial». Quizá el adjetivo le venga dado por la distorsión caricaturesca, satírica y grotesca de situaciones y personajes que se antojan ilustraciones, pero están tratados con la técnica y el esmero de las piezas que aspiran al clasicismo. Juguetón y callejero, Condo ha creado una fusión entre lo bello y lo grotesco que tiene raíces barrocas, se deleita en el expresionismo y el arte abstracto europeos del primer tercio del siglo XX y pone  en la picota una sociedad, la nuestra, que califica de maníaca. Como la Pareja sobre un sillón de rayas azules, que se gira hacia el espectador con un gesto donde se mezclan lujuria, miedo y avaricia.

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