Este ha sido el libro de ciencia-ficción/ fantasía que más me ha gustado de los que he leído últimamente. Eso sí, adolece de la típica enfermedad de la ciencia-ficción: la redacción descuidada. Es una lástima que muchas buenas historias se vean desmerecidas porque los autores no cuidan ese aspecto. Es por eso por lo que sigue siendo considerado un género “menor” y de poca importancia literaria, a pesar de haber creado verdaderas joyas.
Pasando por alto ese aspecto, la historia atrapa. Dividida en dos épocas, seguimos la peripecia de Kirvin, una joven que hace un viaje en el tiempo hasta la Edad Media. Sin embargo, algo sale mal (en realidad, varias cosas) y no aparece en el año que habían calculado, sino varios años después, justo cuando Inglaterra está a punto de ver diezmada su población por la Peste Negra.
A partir de ese momento, la historia –que ya estaba resultando interesante, sobre todo por ver una Edad Media menos “romántica” de la que estamos acostumbrados- se hace mucho más dura, y, a la vez, mucho más intrigante.
La novela se completa con una historia paralela en la época actual, en la que los coetáneos de Kirvin tendrán también que lidiar con su propia epidemia, tal vez relacionada con el viaje de la muchacha. Esta historia del “presente” tiene incluso algunos toques de humor, sobre todo analiza con ironía los departamentos universitarios y sus investigaciones. Sin embargo, la historia de Kirvin y su viaje en el tiempo es la más atractiva de las dos.