Los migrantes deportados de la República Dominicana a Haití han compartido sus conmovedoras historias con representantes de la ONU, destacando los desafíos que enfrentan al regresar a un país que, en muchos casos, apenas conocen, pero que se encuentra sumido en una crisis profunda.
Una de las deportadas, Mireille, quien estaba embarazada y agotada, llegó con solo una pequeña bolsa que contenía todas sus pertenencias. A los 29 años, había pasado casi tres décadas en la República Dominicana, donde había construido una vida, hecho amigos y dejado atrás una infancia en Haití. “Me deportaron a un país en el que nunca viví”, manifestó Mireille con una mezcla de rabia y desesperanza, enfrentándose al ignoto panorama haitiano, lleno de violencia y inestabilidad.
Su llegada fue marcada por el tumulto. Fueron trasladada a un abarrotado centro de detención antes de ser llevada a la frontera. “Llegué a Haití con miedo y sin saber qué hacer”, confesó, reflejando su desorientación tras ser despojada de su vida anterior. Su país natal ha sido víctima de crisis humanitarias, políticas y de seguridad, lo que ha llevado a un aumento alarmante en la violencia de bandas.
Por su parte, Guerson y Roselène, quienes también habían creado una vida en la República Dominicana durante más de diez años, enfrentaron un desalojo abrupto. Guerson, mecánico por profesión, recordaba cómo su hijo pequeño, Kenson, pensaba que solo se trataba de un viaje. “No supe qué contestarle”, dijo. Una vez cruzaron la frontera, se encontraron en medio del caos en Ouanaminthe, donde se sintieron atrapados y desamparados entre la multitud de deportados.
Las estadísticas son alarmantes: más de 200,000 haitianos han sido repatriados forzosamente durante este año, con un 97% proveniente de la República Dominicana. Solo en las primeras dos semanas de enero, aproximadamente 15,000 personas regresaron, muchas de ellas sin un lugar al cual ir y enfrentándose a la creciente crisis en su país de origen.
La situación en Haití es desesperante. Los grupos armados han tomado el control de amplias áreas, incluida la capital, Puerto Príncipe, desplazando a más de 700,000 personas hacia albergues precarios que ofrecen escasas condiciones de vida, acceso limitado a alimentos y atención médica. Casi la mitad de la población del país, unos 5,5 millones de personas, necesitan ayuda humanitaria urgente.
A pesar de esta dura realidad, organizaciones como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) están trabajando incesantemente para brindar apoyo a los deportados. En colaboración con el Grupo de Apoyo a Repatriados y Refugiados (GARR), ofrecen asistencia inmediata que incluye apoyo psicosocial, atención médica y artículos básicos como ropa y productos de higiene. Además, se proporciona alojamiento temporal a aquellos que más lo necesitan.
La incertidumbre del futuro persiste para muchos de los retornados. Guerson y Roselène, a pesar de las adversidades, mantienen la esperanza de poder regresar algún día a la República Dominicana. “Mientras tanto, encontraré la forma de trabajar”, dice Guerson, reflejando la lucha por mantener a su familia en medio de la crisis que asola a su país. Las historias de estos migrantes son un recordatorio de la complejidad de la migración y de la lucha por la dignidad humana en tiempos de crisis.
Fuente: ONU últimas noticias