En una vibrante fábrica de queso artesanal en Santa Cruz, Bolivia, Guillermo ha logrado transformar su vida y la de otros migrantes venezolanos a través de su pasión por la gastronomía. Cada mes, este ingeniero electrónico con raíces bolivianas produce más de 1500 unidades del tradicional queso parrillero, un producto venezolano que ha ganado popularidad y reconocimiento entre una clientela en crecimiento a nivel nacional.
Guillermo, quien dejó Caracas en 2017 debido a preocupaciones de seguridad, llegó a Bolivia con la esperanza de comenzar de nuevo. «Tuve que reinventarme», comparte, reflexionando sobre sus primeros años en el país. Después de trabajar en el sector tecnológico, decidió emprender y, durante la pandemia, se aventuró en la elaboración de quesos, un campo que previamente desconocía. «Observé que en esta zona no había quesos venezolanos y empecé a experimentar con distintas recetas», explica.
El negocio, Delicatessen El Ávila, no solo tiene un enfoque comercial, sino que también busca preservar su herencia cultural y familiar. Guillermo emplea actualmente a cuatro compatriotas migrantes, apoyando a su comunidad mientras rinde homenaje a su difunta madre, quien era boliviana.
Con la mirada puesta en el futuro, Guillermo planea expandir sus operaciones más allá de Bolivia, teniendo como objetivo brindar más oportunidades laborales tanto a locales como a migrantes. «Los migrantes aportan capacidades y fortalezas muy valiosas y deben ser considerados como un verdadero capital humano», asegura. Su producción actual abastece a numerosos restaurantes y supermercados, además de ofrecer sus productos a través de un servicio de entrega en línea.
La participación de Guillermo en la FEXPOCRUZ, la mayor Feria Comercial Internacional de Sudamérica, ha abierto nuevas puertas para su negocio. Con el respaldo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Guillermo compartió un stand con otros emprendedores migrantes, donde mostró su queso parrillero en diversas presentaciones. «La OIM tiene el orgullo de apoyar a emprendedores migrantes como Guillermo», comenta Pamela Fernández, de la OIM en Bolivia, resaltando la importancia de la capacitación que han recibido en áreas como marketing y gestión financiera.
La producción de Guillermo ha casi duplicado gracias a esta exposición y su mensaje es claro: «Los migrantes no son una amenaza, sino un capital humano de gran valor para las comunidades que nos albergan». Guillermo no solo ha encontrado un nuevo hogar en Bolivia, sino que también se ha convertido en un símbolo de resiliencia y transformación para otros migrantes, demostrando que con esfuerzo y determinación, se pueden convertir los desafíos en oportunidades.
Fuente: ONU últimas noticias