¿Cómo se escribe un susto? (II)

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El tipo de susto que he llamado de «reinterpretación» viene a ser lo mismo que la anagnórisis o el momento de reconocimiento de Aristóteles. El ejemplo clásico perfecto es el Edipo Rey de Sófocles cuando Edipo se entera de que la persona que había matado era su padre y que su esposa es su madre.

A esta clase pertenece uno de los mejores cuentos de terror escritos en español: El devorador de sombras, de Gregorio Morales. Lo tiene todo: planteamiento siniestro, peripecia escalofriante, simbología esotérica y resolución sorprendente. No os puedo contar el final, porque para eso está el libro, pero la historia es la siguiente:

El protagonista se instala en un barrio londinense con su enorme perro, Cabala. Todos los vecinos adoran al perro, hasta que un día la familia Byrne tiene un bebé; a partir de entonces las carantoñas y las atenciones de todos son para el niño, y el perro se vuelve huraño. Un día sucede el horror: Cabala aparece en casa del protagonista con el bebé muerto entre sus fauces. Al parecer la cuidadora se ha quedado sola en la casa Byrne y no se ha percatado del rapto mortal. Nuestro protagonista se vuelve loco de espanto: ¿qué puede hacer? ¡Le culparán de asesinato! Entonces decide intentar una misión casi imposible: limpia al bebé muerto, lo mete en una bolsa y se cuela en la casa de los vecinos para volver a dejarlo en su cuna, como si nada hubiera sucedido. Así pensarán que ha sido una muerte natural. Después de indecibles sufrimientos, el protagonista logra dejar el bebé en su lugar y regresa a su casa sin ser descubierto. Ahora sólo tendrá que sentarse a esperar los gritos de los vecinos cuando regresen y se encuentren a su niño muerto, plácidamente en su cuna…

El final de este cuento es absolutamente sobrecogedor. Buscadlo, si queréis saber lo que es quedarse sin respiración con un libro entre las manos.

3. El susto por un movimiento repentino de cadáveres o seres inanimados. Está claro, ¿no?

“Hacía mucho tiempo que la mujer que había en la bañera estaba muerta. Abotargada y de color púrpura, con el vientre hinchado por los gases, se elevaba como una isla de carne en el agua fría, escarchada. Vidriosos y enormes, los ojos estaban fijos en Danny. Sonreía, abriendo los labios purpúreos con una mueca. (…)
Danny dio un paso atrás, tambaleante, oyendo el ruido de sus propios tacones sobre las baldosas hexagonales, y en ese mismo momento sintió cómo se le escapaba la orina.
La mujer estaba irguiéndose.”
Stephen King, “El resplandor”.

Y si aceptamos el habla como una clase de movimiento, se abren nuevas posibilidades:

“Las ratas se habían comido la práctica totalidad de su cuello (…) Llevaba varias horas muerto, a juzgar por la rigidez de su columna.
Aterrorizada, di un salto hacia atrás. Era él. Era Suso. No podía ser.
Caí al suelo de rodillas, solté la linterna estrepitosamente. (…) Empecé a temblar como una hoja. La cabeza me daba vueltas. Se me nublaba la vista.
Y entonces volvió a hablar el radioteléfono. Era la voz de Suso, nuevamente:
—Y ahora es cuando te informo, querida Noche Cerrada, de que las ratas acaban de roer la cuerda que has empleado para descender hasta aquí, con que nunca saldrás viva de esto. Cambio.”
Emilio Bueso, “Noche Cerrada”.

Por cierto, este episodio de Bueso evoca a otro susto clásico de la literatura de terror: el final de “La decisión de Randolph Carter” de H. P. Lovecraft, con aquella voz de ultratumba hablando por el intercomunicador: “¡Tonto, Warren ya está muerto!”

4. El susto por sensación física de atrapamiento, como en una pesadilla.

“Entonces lo supo. Pero era demasiado tarde para saberlo.
Con extremada cautela, para postergar un poco la certidumbre, tocó a su derecha; había una pared de madera, y otra detrás de la cabeza y otra a sus pies. Golpeó con los puños hacia arriba y a ambos lados, y gritó, pero no oyó nada, era como si la negrura engullese el ruido.
Dios mío.
Estaba en un ataúd, enterrado vivo.”
Tim Krabbé, “La desaparición”.

Otro ejemplo de susto por atrapamiento físico lo podéis encontrar en el primer episodio de “Fantasmas” de Chuck Palahniuk, titulado “Tripas”, pero os advierto que no es para todos los estómagos…

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