Cómo ganar un partido sin quererlo

Ricky RubioEstoy seguro que Zeljko Obradovic al darle la mano al bueno de Aíto una vez concluido el encuentro, se la estrujaba de manera endeble como cuando sueles perder un partido habiéndolo jugado mal. Al igual seguro estoy, que dirigiéndose al vestuario, de reojo, como manía habitual habrá echado una mirada al marcador electrónico del Palau d´Esports de Badalona; quedándose perplejo como el que gana el Euromillón, o la Quiniela más bien (el premio es menor). Porque ni los jugadores; ni los espectadores; ni los comentaristas; ni nadie, nadie se habrá creído que el Panathinaikos griego se ha llevado este partido por 79-82.

Volvía la Euroliga, el máximo torneo de baloncesto a nivel europeo, y se inauguraba con un duelo que se prometía apasionante: DKV Joventut – Panathinaikos. Dos ‘euroequipos’ acostumbrados a las grandes citas continentales; uno en el pasado lejano y otro en el reciente. Y es que ‘La Penya’ no participaba en la Euroliga desde la temporada 94-95, pero volvía a lo grande, con un gran equipo y frente a uno de los ‘gallitos’ de la competición, el Panathinaikos de Atenas.

El partido comenzaba con un ritmo trepidante, que favorecía sin duda a los intereses del Joventut. Prueba de ello, el 27-18 que reflejaba el marcador en el primer cuarto. Marcarle 27 puntos a un equipo griego dirigido por Obradovic es ya una hazaña. La defensa de los jugadores catalanes era tremenda, asfixiante en las líneas de pase; no provocaban excesivas pérdidas del rival, pero sí que sus ataques fueran espesos y no consiguieran anotar.

Al descanso se llegaría con 48-30 para el equipo de Aíto, con un Andrew Betts imparable en la zona y Elmer Bennett dirigiendo a su equipo con maestría. Previamente los verdinegros habían alcanzado una máxima renta de 24 puntos, que al final no serviría para nada.

Tras el descanso todo seguía igual. Gran defensa del DKV y ataques lentos sin ideas de los griegos, pero siempre hay que tenerles en cuenta. El partido me hizo recordar a la final del Mundobasket, donde España al descanso parecía tener ganado el título; pero todos teníamos una pequeña ‘mosca’ detrás de la oreja, porque con los griegos nunca se sabe. En aquella ocasión, claro está, que nuestra selección se mantuvo alerta ante cualquier atisbo de reacción helena, pero ello no sucedió hoy.

Como puras ‘hormiguitas’ los hombres de Obradovic iban comiéndose la ventaja de 20 puntos establecida por los locales. Aunque también pegaban acelerones gracias a la puntería desde el 6,25 del ex-NBA Tony Delk. Pero el jugador que ejemplificaba el trabajo lento pero constante era Michael Batiste. El pívot norteamericano (uno de los mejores extranjeros de la Euroliga) hacía un trabajo silencioso dentro de la zona, pero que a la larga vería sus frutos: 25 puntos y 7 rebotes.

Las pérdidas del Joventut comenzaban a ser más que preocupantes ya en el último cuarto (26 al final), pero aún así era impensable que la victoria pudiera escaparse. El último cuarto se movía con rentas por encima de los 10 puntos, aunque alguna vez dicha ventaja era menor por culpa de los triples de Delk, pero casi siempre Bennett respondía en el aro contrario.

El punto de inflexión fue el minuto 33 de encuentro, cuando señalaban al británico Betts (2,17 m.) la cuarta falta. Aíto (grandísimo entrenador), incomprensiblemente introducía en la pista a Richard Gaines (2,03 m.) en su lugar, cuando tenía a hombres más altos en el banco como Archibald (2,09 m.) o Flis (2,05 m.). Aunque también es verdad que la fórmula de jugar con cinco ‘bajitos’ le funcionó bien al entrenador catalán al principio, pero al final sería distinto.

Con Tomasevic rememorando viejos tiempos de ‘pívot-base’, el Panathinaikos se acercaba cada vez más en el marcador. Hasta que en el minuto 38 Aíto se veía forzado a meter a Betts en pista porque su equipo ganaba sólo por un punto (72-71).

Ya a falta de 1:11 para el final y sin quererlo, el Panathinaikos se ponía por delante en el marcador gracias a un triple de Diamantidis. Aíto, que además del fallo de Betts tuvo sentado excesivo tiempo sentado a Rudy (incomprensiblemente), erró tácticamente en este último minuto. Se le puede perdonar ya que, estaría atónito cuando a falta de un minuto para el término del encuentro se te pone así un partido que tenías completamente de cara. Todo lo contrario que Obradovic, quien renqueante todo el partido, manejó a la perfección los últimos 60 segundos de envite. Hasta acertó haciéndole una falta a Betts (que falló ambos tiros libres) cuando su equipo ganaba por 75-77, para tener la última posesión.

Total, una demostración de que en baloncesto nada es imposible, que hasta el último segundo no puedes ni tirar la toalla ni despistarte. También una lección magistral de cómo se debe ganar un partido en tan solo 60 segundos, de la mano del ya legendario Zeljko Obradovic.

Por cierto, el ‘llamado a ser legendario’, Ricky Rubio, tras haber firmado la semana pasada su primer contrato laboral (con 16 años recién cumplidos) se estrenó en la Euroliga con un partido muy flojo. En todo momento se le vio nervioso y perdió demasiados balones el tiempo que estuvo en pista, y eso que Aíto confió en él dándole bastantes minutos a pesar de ello.

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