Las ciberestafas han escalado a un nivel preocupante en España, con la aparición de organizaciones criminales bien estructuradas que utilizan tecnología avanzada para perpetrar sus delitos. En el segundo trimestre de 2025, las empresas españolas han reportado una media alarmante de 1.950 ciberataques semanales, lo que representa un incremento del 36% en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Este fenómeno se presenta no solo como un desafío técnico, sino como un verdadero negocio del crimen digital. Las estructuras detrás de estas estafas son similares a las corporaciones legítimas, con divisiones especializadas en áreas como ingeniería social, diseño web y atención al cliente. En este contexto, la inteligencia artificial generativa ha permitido a los delincuentes automatizar y escalar sus ataques, maximizando así su eficacia.
Entre las tácticas más sofisticadas que han emergido, se encuentran los macrocentros de fraude, que funcionan como auténticas fábricas del engaño. Estos centros, ubicados mayormente en Asia y Europa del Este, emplean a cientos de personas que siguen guiones diseñados para manipular a las víctimas a través de diversas plataformas, incluyendo SMS, WhatsApp y correo electrónico. Para maximizar su impacto, utilizan herramientas de gestión de relaciones con los clientes (CRM) y campañas segmentadas, lo que les permite personalizar mensajes y seleccionar objetivos específicos.
Un ejemplo reciente de este tipo de ingeniería fraudulenta se dio con una campaña que involucró la suplantación de identidad de la Dirección General de Tráfico (DGT). Los usuarios recibieron cartas impresas que simulaban multas oficiales, en las que se incluía un código QR que redirigía a una página web clonada. Este ingenioso método combina estrategias tanto físicas como digitales, aprovechando bases de datos que pueden haber sido obtenidas a través de colusiones o compras en la dark web.
Además, el uso de estaciones de carga de vehículos eléctricos como puntos de ataque también ha aumentado. Se han encontrado pegatinas con códigos QR falsos en estos terminales, que engañan a los usuarios para que ingresen sus datos bancarios en sitios web fraudulentos, aprovechándose del fallo en los intentos de recarga para redirigir a las víctimas a sus plataformas.
La remuneración que reciben estos grupos criminales por su trabajo ilícito hace que la necesidad de una respuesta robusta y multifacética sea más apremiante que nunca. La combinación de herramientas de protección avanzada y educación continua para empleados y usuarios se presenta como una de las respuestas más efectivas contra esta amenaza que continúa evolucionando.