La preeclampsia se ha consolidado como una de las principales complicaciones del embarazo, afectando entre el 1 y el 5% de las gestaciones. Esta afección, que generalmente se presenta a partir de la semana veinte de embarazo, todavía tiene causas poco claras. Los médicos suelen diagnosticarla mediante la identificación de hipertensión arterial y la presencia de proteínas en la orina, aunque sus efectos pueden extenderse a otros órganos vitales.
El Dr. Santiago Novoa, ginecólogo de Policlínica Gipuzkoa, destaca que «la preeclampsia no es solo una subida de tensión; puede implicar alteraciones en el hígado, los riñones e incluso en la coagulación sanguínea». A pesar de que en la mayoría de los casos la afección es leve, aproximadamente una de cada 200 mujeres desarrollará una variante grave que puede poner en riesgo la vida tanto de la madre como del bebé. Por ello, el diagnóstico temprano y un seguimiento riguroso a lo largo del embarazo son fundamentales.
Si bien la preeclampsia puede ocurrir en cualquier embarazo, el riesgo se incrementa en mujeres con hipertensión previa, diabetes, enfermedades renales o autoinmunes, sobrepeso, edad materna superior a los 40 años, embarazos múltiples o antecedentes familiares de la enfermedad. «Identificar los factores de riesgo desde el inicio nos permite ofrecer un seguimiento personalizado», agrega Novoa.
Lo preocupante de esta condición es que en muchos casos no presenta síntomas evidentes, siendo detectada durante los controles prenatales de rutina. Cuando aparecen, los síntomas pueden incluir dolor de cabeza intenso, alteraciones visuales, y hinchazón repentina en cara, manos o pies. «Acudir a todas las revisiones es clave, incluso cuando la mujer se siente bien», insiste el especialista.
En términos de complicaciones maternas, la mayoría de las mujeres no experimenta problemas graves. Sin embargo, en casos severos, pueden verse afectados órganos vitales como el hígado o los riñones. La manifestación más crítica de la preeclampsia es la eclampsia, caracterizada por convulsiones y que requiere atención médica inmediata.
La preeclampsia también puede impactar negativamente al bebé, afectando el funcionamiento de la placenta y provocando un crecimiento fetal reducido. En situaciones extremas, esto puede culminar en un parto prematuro. «Cuando la placenta no funciona correctamente, el bebé no recibe el oxígeno y los nutrientes necesarios», explica Novoa.
La única forma definitiva de tratar la preeclampsia es finalizar el embarazo, aunque en ciertos casos es posible estabilizar la condición para que la gestación continúe bajo estricta supervisión médica. Cada situación se evalúa individualmente, considerando los beneficios de prolongar el embarazo frente a los riesgos.
En los casos más graves, el ingreso hospitalario podría ser necesario, así como el uso de medicamentos para controlar la presión arterial y, en algunos casos, corticoides para ayudar en la maduración pulmonar del bebé.
Una opción preventiva que se ha introducido es el cribado específico para estimar el riesgo de desarrollar preeclampsia, el cual se realiza durante la ecografía de la semana 12 del embarazo. Este examen combina la historia clínica de la madre, mediciones de presión arterial y otros análisis. Según el Dr. Novoa, «este cribado permite identificar a las mujeres en riesgo antes de que surjan síntomas».
Si el cribado indica un alto riesgo, se recomienda el uso de aspirina a baja dosis, que ha demostrado reducir notablemente la probabilidad de desarrollar esta afección. «La aspirina, iniciada tempranamente y bajo supervisión médica, es una herramienta preventiva eficaz», concluye el ginecólogo.
Policlínica Gipuzkoa está equipada con médicos acreditados por la Fundación de Medicina Fetal de Londres, garantizando así una atención de calidad, así como acceso a tecnologías avanzadas que permiten una evaluación más precisa de los riesgos asociados a la preeclampsia.











