Apagaron su luz

Hace pocos días, mientras ejercía el deporte nacinal «zaping»con el mando de la tele, me topé con una película española, desconocida para mí y a la que presté atención porque no había nada mas interesante. Al poco rato me «enganché» por completo. Se trataba de La luz prodigiosa, dirigida en el 2003 por Miguel Hermoso.La interpretaba nuestro inefable Alfredo Landa .

Es una interesante versión de la hipotética no muerte de Ferderico García Lorca.Un pastor ve fusilar a cuatro hombres en el camino entre Viznar y Alfacar, en la noche del 18 de Agosto de 1936.Observa que uno está vivo, lo rescata como puede y lo acoge entre sus ovejas; con la ayuda de un médico republicano salvan la vida del hombre, quien por haber recibido un tiro en la cabeza,no recuerda nada y ha perdido el habla. A lo largo de la trama resulta plausible que se trate de Federico G.Lorca: el desconocido recita fragmentos de la obra del autor cuando los oye y llora ante la foto de Dalí. El fina, abierto, nos permite suponer lo que queramos.

Me quedé pensando qué habría sido de nuestro genial escritor si no hubiera muerto, si hubiera tenido que vivir bajo la dictadura de Franco, o hubiera sido exiliado.

Murió precisamente por ser como era:Libre pensador, homoxesual y ciudadano del mundo. Él mismo dijo en una entrevista al periódico Sol  de Madrid:

«Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacinalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que ésto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.»

Imposible que bajo un regimen represor hubiera cabida para esa alma libre. Su obra, profunda, abundante, llena de símbolos que tienen como base los elementos tradicionales, ¿habría sido mejor, peor?, ¿más trágica aún?. ¿Dejaría algun hueco a la esperanza para un país que se ahogó durante años en la nula intelectualidad, en el miedo, en el silencio?.

Sus propias palabras:«Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir…» , nos muestran a un joven preocupado sólo por su arte y por vivir. La muerte, obsesión presente en toda su obra, bien de forma simbólica o bien explicitamente, habría sido su único camino, su única forma de escapar al suplicio del silencio impuesto a su patria.

Los bachielleres de los años cincuenta no sabíamos quién era García Lorca, ni Miguel Hernández, ni Rafael Alberti. Aunque hoy nos parezca mentira, así  eran las cosas. Los tuvimos que descubrir, muchos años después, cuando el pensar, el opinar, el sentirse libre, no era un peligro de muerte.

¿Habría ganado la literatura si Federico en vez de morir a los 38 años, lo hubiera hecho a los 80?.Nunca lo sabremos. Nos queda el hondo placer de saborear su obra tan andaluza, tan nuestra y tan universal.

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