Estamos hablando de Ingrid, la nueva película de Eduard Cortés que se estrena en cines el 30 de abril y que es una demencial ida de olla. La historia nos presenta a Alex, que después de su ruptura matrimonial se va a vivir a un entresuelo cuchitril y conoce allí a su vecina Ingrid, la tía más rara y oscura del mundo mundial, al nivel o peor que Lisbeth Salander (la de la trilogía Millennium); y se ve atrapado por ella y su mundo de perversiones.
De todos modos el argumento es lo de menos porque en Ingrid el guión está al servicio de la técnica, la historia tiene poco desarrollo y deja poco espacio a la sorpresa. Esto ocurre porque el film es un derroche de cine visual, Eduard Cortés se toma las licencias artísticas que quiere para transmitir en su película la vida que respira en el mundo de Ingrid.
Es abusivo el uso de la banda sonora como protagonista de la película porque convierte el film en un videoclip varias veces repetido, siempre con la fórmula narrativa «plano de la chica-plano de la gente-plano del chico».
No obstante hay cosas muy interesantes, por lo general el estilo visual es extraordinario, muy académico y demostrativo de gran talento. También es un enorme acierto el uso de Alex (Eduard Farelo), la única persona normal de la película, que actúa como observador pasivo de la historia y convirténdose en una prolongación del público dentro de la película.
Lo más reseñable de Ingrid, pero, es su falta total de complejos, su actitud transgresora tanto en el contenido como en la forma. Hay varias escenas muy impactantes, de estas que te hacen soltar un «What The Fuck?!» interior.
Por todo esto, Ingrid merece una oportunidad porque es una película diferente, un soplo de aire fresco. No es la leche, pero es un interesante experimento que gustará bastante a los amantes del cine moderno este de lenguaje visual y frases espirituales que no se entienden. Otros disfrutaran con la banda sonora y otros van a aplaudir cuando vean colgada del techo a una tía en pelotas. El caso, pero, es que no dejará indiferente a nadie.
