Dicen que cuando un equipo está decaído, que la suerte no le acompaña, que todo está en su contra, no hay nada que le venga bien, pues eso es lo que tuvo que pensar anoche Ernesto Valverde después del partido de ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey, puesto que el Villareal llegaba a jugar con el Puertollano con la moral por las «nubes» después de conseguir la primera victoria en liga ante el Málaga, pero con el miedo que una derrota le pudiera hundir un poco más.
El conjunto de Valverde salió al campo con un equipo plagado de titulares, no especuló con el resultado como hacen muchos conjuntos de primera división, y la primera oportunidad la tuvieron ellos y se fue al larguero, mucho hubiera cambiado las cosas si hubieran estado más acertado, porque quizás los fallos de Gonzalo Rodríguez, más nervioso que de costumbre, no se hubiesen provocado, entre otras cosas los locales estaban un tanto despitados, pero al marcar se vinieron arriba.
Otra de las cosas que le pasa al Villareal es la falta de pegada, pero creo que hacen a los porteros rivales internacionales, porque casi todos los disparos van al cuerpo, suerte que Pires estaba allí para regalarse un gol el día de su cumpleaños y que el empate fuera un mal menor.