En 2022, la Unión Europea (UE) manifestó su dinamismo económico al producir bienes y servicios valorados en 31.674 mil millones de euros. En contraste, las importaciones desde fuera del bloque comunitario alcanzaron un valor de 3.106 mil millones de euros, dejando entrever la magnitud de su interdependencia comercial global.
De este inmenso volumen de bienes y servicios, cerca del 48,7% se destinaron al consumo intermedio, lo que significa que fueron utilizados para la producción de otros productos. Un 31,2% fue consumido de manera final por hogares o el sector gubernamental. La formación bruta de capital, esencialmente para inversiones, representó un 10,6% del total, mientras que las exportaciones constituyeron el 9,5% de la oferta total de la UE, con un valor de 3.291 mil millones de euros.
Analizando la evolución entre 2010 y 2022, las proporciones de uso de estas categorías han mantenido relativa estabilidad. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 dejó su rastro al impactar significativamente la demanda de los consumidores y afectar ciertos sectores, como el de servicios de alojamiento y alimentación. De hecho, las cifras mostraron una brusca caída en el suministro y consumo de estos servicios entre 2019 y 2020.
Croacia, Grecia y Chipre experimentaron las mayores reducciones en el consumo final de servicios de alojamiento y alimentación, con caídas superiores al 50%. Por otro lado, Suecia presentó la menor disminución con solo un 16%, seguido por Rumania 21%, Finlandia 22% y Polonia 23%. Este declive estuvo íntimamente ligado a una reducción en la producción nacional, el consumo intermedio y el valor añadido en la industria correspondiente, subrayando el impacto de eventos globales en las economías locales.
La trayectoria económica de la UE en estos años resalta la resiliencia de su estructura productiva y demuestra cómo momentos de turbulencia pueden reconfigurar patrones de consumo y producción, ofreciendo una oportunidad para analizar y reajustar estrategias económicas futuras.