Una Internet Próspera Depende de la Competencia

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A large robot hand steals a tool from an alarmed person

La legislación antimonopolio ha sido clara al señalar que los monopolios obstaculizan la innovación y perjudican a los consumidores en términos de precios. En el caso de las grandes empresas tecnológicas, es evidente el daño a la innovación a través de “zonas de muerte”, donde las corporaciones adquieren a nuevas empresas antes de que puedan competir. Sin embargo, medir el perjuicio a los consumidores se ha vuelto más complicado, dado que muchos de los servicios ofrecidos por estas compañías son «gratuitos». Por ello, es necesario ampliar la perspectiva más allá del precio como principal indicador de daño al consumidor y reconocer los beneficios que la competencia puede aportar al ecosistema de internet.

Desde que la internet comenzó a formar parte de nuestras vidas, esta ha evolucionado desde un entorno nuevo y sin precedentes hasta convertirse en un espacio dominado por unos pocos grandes actores. Los responsables políticos han tardado en adaptarse, a menudo confundiendo lo que es beneficioso para el ecosistema de la red con lo que favorece a estos gigantes. Así, en lugar de un ecosistema equilibrado, hemos llegado a una monocultura donde se requiere eliminar la acumulación de poder en torno a estas corporaciones y fomentar un terreno propicio para el crecimiento de nuevas alternativas.

En el ámbito de la moderación de contenidos, existen serias preocupaciones. Expertos afirman que moderar contenido a gran escala es prácticamente imposible, especialmente en plataformas como Facebook, que cuenta con más de tres mil millones de usuarios activos en más de 100 idiomas. A pesar de su alcance, la compañía opera primordialmente en inglés y bajo valores culturales estadounidenses, lo que puede dejar de lado la diversidad cultural y contextual necesaria para una verdadera moderación efectiva. La capacidad de elegir un servicio de redes sociales que se ajuste a tus valores y cultura es esencial, pues así se garantiza una mayor diversidad en la expresión cultural y la comunicación.

En un paisaje competitivo, los usuarios tendrían la opción de seleccionar servicios que alineen con sus reglas de contenido preferidas. Si buscas una red social con reglas claras y aplicadas de manera consistente, podrías encontrarla. En contraste, las plataformas más pequeñas podrían cumplir con sus promesas de una regulación efectiva, a diferencia de los titanes actuales que parecen más preocupados por el crecimiento y la monetización.

El mismo principio se aplica a la calidad del producto. A pesar de que los usuarios de Facebook puedan compartir un idioma, sus valores, necesidades y deseos pueden diferir ampliamente. Facebook, una empresa estadounidense, utiliza algoritmos destinados a maximizar el compromiso y el tiempo de los usuarios en la plataforma, lo que puede resultar en una experiencia que no satisface las necesidades de todos. Este enfoque, que prioriza la cantidad de anuncios sobre la calidad del contenido, limita a los usuarios en su capacidad de personalizar su experiencia en la plataforma.

También se puede observar el deterioro en la calidad de servicios como el de búsqueda de Google. Originalmente, Google ofrecía resultados precisos y relevantes, convirtiéndose en una herramienta revolucionaria. Sin embargo, en su búsqueda interminable de crecimiento, ha priorizado la cantidad de resultados sobre la calidad, llenando sus páginas con anuncios y enlaces patrocinados que entorpecen la experiencia del usuario.

Por otra parte, las preocupaciones morales, de privacidad y seguridad se agudizan en un entorno donde una única empresa controla gran parte de nuestras interacciones digitales. Intentar evitar el uso de las enormes plataformas tecnológicas se vuelve un desafío, ya que muchas empresas dependen de sus servicios subyacentes, como Amazon Web Services, lo que hace casi imposible «votar con los pies». Esta concentración de poder no solo obstaculiza la competencia, sino que también presenta riesgos significativos para la seguridad y la privacidad de los usuarios.

Un claro ejemplo de la relación entre la privacidad y la competencia se puede observar en la controvertida «Privacy Sandbox» de Google, que en lugar de disminuir el seguimiento, lo concentra en sus propias manos, fortaleciendo así su monopolio publicitario. Similarmente, Apple ha tomado decisiones que restringen la capacidad de los usuarios de asegurar sus comunicaciones de manera independiente, priorizando su monopolio en lugar de la seguridad de la información.

Si bien la competencia no resolverá todos los problemas, su promoción generará un ambiente más saludable, fomentando tanto la innovación como la diversidad, y disminuyendo la necesidad de acciones correctivas que surgen en un ecosistema oligopólico. Pensar en la competencia como un «fuego controlado» puede ayudar a eliminar lo que ahoga el crecimiento nuevo y permite que surjan problemas mayores.
Fuente: EFF.org