Los hospitales improvisados de Gaza enfrentan una situación crítica, donde el llanto de los bebés prematuros, afixionados por la falta de oxígeno, resuena en medio del desgarrador caos que asola la región. Los médicos se sacrifican a diario, multiplicando sus esfuerzos para intentar salvar a los niños que logran sobrevivir a los devastadores bombardeos aéreos y a los ataques de cuadricópteros que persiguen a aquellos que buscan lo más básico: el pan.
Desde el enclave desgarrado por la guerra, el portavoz de UNICEF, James Elder, relató su aterradora visita a un hospital, donde los jóvenes se encontraban en un estado crítico y desolador. En una de las salas del hospital Al Aqsa, ubicado en Deir Al-Balah, una niña de seis años llamada Aya fue una de las víctimas recientes de un ataque aéreo. Elder comentó cómo lo impactó no solo la herida de la pequeña, sino también el evidente cuidado que sus padres le habían brindado antes del ataque. En un trágico giro, Aya falleció frente a ellos en cuestión de minutos.
La situación en el mismo hospital es alarmante. Elder se encontró con tres niños gravemente heridos por disparos de cuadricópteros, mientras la gente seguía llegando en busca de atención médica, a pesar de que el lugar está lejos de ser seguro. Por cada rincón, se evidencian los horrores de la guerra: un niño desangrándose en el suelo, mientras otros luchan por sobrevivir con quemaduras y metralla en sus cuerpos.
Elder también destacó que al menos 1,000 bebés han muerto en Gaza en los últimos dos años desde que los enfrentamientos comenzaron. Con solo 14 de los 36 hospitales de la región operativos y desbordados de heridos, la situación es desesperada.
El relato de Elder no acaba ahí; también describió la desgarradora imagen de Sham, una niña recién rescatada de los escombros, que no sabía que había perdido a su madre y hermana en el ataque. En los pasillos de los hospitales, cientos de recién nacidos y madres agonizan, vulnerables y sin la atención que merecen. Algunos bebés comparten una única fuente de oxígeno, mientras que otros lloran desesperadamente por su turno.
La idea de «zona segura» resulta ser una falacia, ya que las explosiones continúan cayendo en áreas que supuestamente deberían estar protegidas. Miles de personas no pueden escapar de Gaza y enfrentan el terror de las bombas que de manera impredecible caen sobre ellos.
La situación de los trabajadores humanitarios también es desesperante. Recientemente, la ONG Médicos Sin Fronteras confirmó el asesinato de su decimocuarto miembro en Gaza, en un ataque que también dejó a otros cuatro colegas heridos. Según los representantes de la OMS y el CICR, el nivel de violencia es tal que ningún lugar es seguro, incluidos los hospitales, que se han convertido en objetivos vulnerables a balas perdidas.
La vida en Gaza, marcada por el dolor y la incertidumbre, continúa deteriorándose en medio de una crisis humanitaria sin precedentes, donde las esperanzas son cada vez más escasas.
Fuente: ONU últimas noticias