El devastador terremoto de 7,7 grados de magnitud que sacudió Myanmar el pasado viernes ha dejado un rastro de destrucción y dolor en el país. A medida que aumentan las cifras de víctimas, que ya alcanzan cerca de 2000 muertos según la junta militar, el personal humanitario de la ONU se encuentra en una carrera contra el tiempo para prestar asistencia a las comunidades gravemente afectadas. Julia Rees, representante adjunta de UNICEF en Myanmar, ha informado que las necesidades humanitarias crecen de forma alarmante y ha descrito escenas desgarradoras de familias sobreviviendo a la intemperie, sin hogares a los que regresar.
Las condiciones son extremadamente difíciles en las regiones de Mandalay, Sagaing, Nay Pyi Taw y el sur de Shan, donde las comunidades se enfrentan a una grave escasez de agua potable, alimentos y suministros médicos. El personal de auxilio se encuentra trabajando en condiciones precarias, durmiendo al aire libre, a menudo sin acceso a electricidad o saneamiento. Marcoluigi Corsi, máximo responsable humanitario de la ONU, alertó sobre la difícil situación que enfrentan los equipos de rescate, que están intensificando sus esfuerzos en medio de constantes réplicas sísmicas.
La situación de los hospitales es igualmente crítica. Fernando Thushara, representante de la OMS en Myanmar, reportó que las instalaciones están desbordadas de pacientes, con suministros médicos agotándose y cortes de electricidad que complican aún más la atención. La falta de agua potable y un sistema de saneamiento adecuado son razones de gran preocupación, ya que podrían desencadenar brotes de enfermedades infecciosas, sumándose a una crisis de salud que ya afectaba a la población.
La crisis en Myanmar no se limita al reciente desastre natural. Antes del terremoto, el país ya enfrentaba desafíos agudos derivados de un conflicto prolongado que comenzó con el golpe militar de 2021. Babar Baloch, portavoz de ACNUR, subrayó que 1,6 millones de personas ya estaban desplazadas en las zonas afectadas, describiendo la situación como una «doble tragedia».
Antes del terremoto, se calculaba que casi 20 millones de personas en todo Myanmar necesitaban asistencia humanitaria, y más de 15 millones sufrían de hambre. Este contexto ha hecho que el reciente llamamiento humanitario de la ONU, que busca recaudar 1100 millones de dólares, haya recibido solo un 5% de financiación hasta el momento. La comunidad internacional se enfrenta al apremiante reto de movilizar recursos y apoyo para ayudar a un pueblo que, en este momento crítico, necesita más que nunca la solidaridad del mundo.
Fuente: ONU últimas noticias