En un contexto laboral en constante transformación, las competencias blandas, o soft skills, emergen como elementos fundamentales para el éxito profesional. Según el Foro Económico Mundial, se estima que para el año 2030, cerca del 37% de los trabajadores requerirá actualizar sus habilidades para adaptarse a los cambios provocados por la automatización y los avances tecnológicos. La transformación digital, el teletrabajo y las variaciones en los modelos organizativos han llevado a las empresas a priorizar ciertas cualidades en sus empleados.
Steelter, una plataforma especializada en gestionar el talento, ha realizado un análisis en el que identifica las habilidades más valoradas en el entorno laboral actual. Entre ellas, destacan la flexibilidad y adaptación al cambio, la responsabilidad, la empatía, la resiliencia y la proactividad. En un entorno de trabajo híbrido, la autodisciplina y la fiabilidad se convierten en esenciales para generar confianza entre los equipos, mientras que comprender y atender las necesidades de los demás se traduce en relaciones laborales más sólidas.
Además, las capacidades de anticiparse a situaciones y ofrecer soluciones innovadoras son apreciadas por las organizaciones que buscan no solo adaptarse a los retos actuales, sino también prosperar en ellos. Sin embargo, Steelter también señala una brecha significativa entre las prioridades de las empresas y las de los empleados. Las organizaciones tienden a valorar más la comunicación, el trabajo en equipo y la actitud general, mientras que muchos trabajadores enfatizan la importancia del aprendizaje continuo y la toma de decisiones.
En este sentido, José Luis Marcó, fundador de Steelter, resalta que estas habilidades «ya no son solo una ventaja competitiva, sino una necesidad en entornos de cambio constante». La afirmación subraya la importancia de alinear las expectativas de los empleados con las necesidades de las empresas y de fortalecer las capacidades de los equipos para fomentar un crecimiento profesional sostenible.
En definitiva, el desarrollo de competencias blandas no solo transforma la vida laboral de los individuos, sino que se convierte en un factor diferenciador para la competitividad de las organizaciones en un panorama cada vez más exigente.