Sin tele y sin cerveza, DiCaprio pierde la cabeza

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Shutter Island es una buena película si se mira con ojos generosos, sinó más de uno va a salir cabreado del cine. En su nuevo trabajo, Martin Scorsese pisa terreno desconocido, puesto que el thriller psicológico no es precisamente el género que mejor se le da y no demuestra la misma soltura que cuando se codea con mafias, policías corruptos y diálogos llenos de tacos.

Aún así, el resultado obtenido con Shutter Island es bastante bueno. Consigue enganchar gracias a una ambientación soberbia y mantiene la tensión y la incertidumbre hasta el final sin tambalearse en ningún momento, aguantando un ritmo alto y constante. Y lo logra a pesar de la música repetitiva y cansina, que si bien funciona durante un minuto, luego incluso despierta carcajadas en plan «venga ya, puedes hacerlo mejor».

Con lo que sí que muestra mano de artesano es en el aspecto visual, con construcciones de secuencias de vieja escuela, muy hitchcockianos, y enormemente acertados para el tipo de película que se trae entre manos.

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Además, cuenta con el inestimable apoyo de unas excelentes interpretaciones. Leonardo DiCaprio está sencillamente perfecto, y se está consolidando como un gran actor y como uno de los más inteligentes, puesto que hoy por hoy es el tío que mejor elige sus papeles. Igualmente al nivel están Mark Ruffalo y Ben Kingsley como fieles escuderos, pues permiten que DiCaprio tome oxígeno y no tenga que cargar él sólo con todo el peso del film a pesar de ser el único e indiscutible protagonista.

Lo malo de Shutter Island y el talón de Aquiles de Scorsese es una resolución final primitiva. Martin podía cascarse algo mucho mejor que la fórmula «Ben Kingsley cuenta la verdad ayudándose con UNA MALDITA PIZARRA + eterno flashback». Se salva porque la historia es realmente cojonuda y el final, en esencia, es bueno y pese la flaca demostración de dotes narrativos consigue salvar la papeleta con un notable.

Nota: Lo del titular es un guiño a los Simpsons. Sí, soy un freak.