‘Scream 4’, primera regla: respetar la original

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El experimento fílmico que empezaron Wes Craven y Kevin Williamson hace 15 años se alza sobre el sustento fundamental del respeto por un género casi siempre tratado con injusticia, un respeto forjado desde dentro, trabajando con él, en él y, sobretodo, divirtiéndose con él. Scream es mucho más que una historia de ficción, es un ejercicio ensayístico de observación y reflexión entorno al cine de terror. La primera parte de la franquicia es el primer ejemplo de cine de terror posmoderno, al ser la primera película de terror que se construye a sabiendas de que hay una extensa tradición detrás suyo, unos mecanismos que se han convertido en “reglas” debido a su incesante repetición y, sobretodo y más importante, una audiencia que conoce todos los entresijos de un género explotado hasta la saciedad.

La saga Scream surge de la necesidad de desestancar las aguas y darle un empujón al género de terror manteniendo su esencia crítica y su interacción con el público. Gracias a la primera trilogía, películas como Sé lo que hicisteis el último verano, Saw o The Ring llegaron a ver la luz, ya que sin el relumbrón de Ghostface y sus crímenes, probablemente todos estos filmes o no se habrían rodado o hubieran ido directas a cubrirse de polvo en la estantería de algún videoclub.

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Craven y Williamson no son tontos y saben que su creación marca un referente para el cine de terror del siglo XXI y once años son un baremo suficiente como para hacer una nueva revisión de la oleada de cine de terror post-Scream. No hace falta ser un erudito para ver que en esta primera década de los 2000, la tendencia imperante ha sido la del remake (Wes Craven mismo ha producido remakes de sus propios filmes Las Colinas tienen Ojos y La Última Casa a la Izquierda), el found footage ([REC] y su remake Quarantine, Paranormal Activity o Monstruoso) y la longevidad de Saw, con siete estrenos en cines.

Todo esto es abordado en Scream 4 con el enorme ingenio que Kevin Williamson le imprime al guión de la película, una vez más lleno de referencias y de un gran sentido del humor. Además, ocurre algo maravilloso en Scream 4 y es que esta vez Halloween, Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street ya no son los referentes, ahora es la propia Scream o, mejor dicho, Stab (Puñalada) – la serie de filmes de terror dentro de Scream que se inspiran en los asesinatos de Woodsboro y la vida de Sidney Prescott (Neve Campbell), su protagonista – la piedra angular del reboot y el espejo en el que se mira el nuevo asesino para escribir sus reglas y ejecutar su propio remake.

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Sin olvidar los clásicos, Scream 4 dispone los cimientos de su discurso sobre sí misma a la vez que integra nuevos personajes de una nueva generación que han vivido los sucesos de la primera trilogía como leyenda y no como experiencias personales. Y el empaque es sencillamente perfecto. El trío protagonista de la vieja guardia formado por Sidney, Gale (Courtney Cox) y Dewey (David Arquette) continua siendo la columna vertebral del reboot, siguiendo la línea del respeto por el material original, y la inclusión de un reparto joven con, Emma Roberts y Hayden Panettiere al frente, aporta frescura y la vertiente de actualidad representativa de esta nueva generación juvenil que ha crecido con la apoteosis de Internet, las redes sociales, la tecnología smartphone y una abrumadora cantidad de cultura basura marcada por los realities, el famoseo volátil y la sobreinformación.

Scream 4 es una obra maestra dentro del cine de género y seguramente la mejor película de la franquicia (o como mínimo está a la altura de Scream 2), porque no sólo es un filme de terror sobradamente entretenido, además es una obra brillante, trabajada con mucha inteligencia y cuidado que, para quien firma esto, es absolutamente imprescindible.

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