Refugio Verde: Un Hogar Forestal en el Paraguay

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Un hogar forestal en el Paraguay

En el corazón de Canindeyú, Paraguay, el bosque se erige como un símbolo de vida y tradición para la comunidad de Pueblos Indígenas Avá Guaraní de Y’aka Poty. Teodora Vera, una mujer de 55 años y lideresa de la comunidad, describe este entorno como un hogar viviente: “Para nosotros, el bosque es sagrado: de él obtenemos nuestras medicinas, leña, todo”.

Teodora inicia su día serenamente, tomando mate y contemplando su hogar, antes de dedicarse a apoyar a las 35 familias que residen en su comunidad. Estas familias han modificado sus prácticas agrícolas, optando por la agroforestería, donde los árboles se integran en los cultivos. A lo largo de los años, ella ha trabajado incansablemente para mejorar la vida de los miembros de su comunidad, ayudando a acceder a pensiones, renovando edificios escolares y lanzando programas de vivienda.

La reforestación se ha vuelto esencial en su lucha por preservar los recursos naturales que cada vez escasean. “Cuando el bosque era grande y había de todo, no teníamos que ir a comprar; ahora, el agua y el pescado escasean, y tenemos que trabajar más para alimentar a nuestras familias”, añade Teodora.

A solo 30 kilómetros, Elva Rosa Gauto, de 23 años, comparte un camino similar. Madre y estudiante, Elva cultiva mandioca, cítricos y judías en su propia parcela agroforestal, lo que le proporciona autonomía económica y permite cubrir sus gastos universitarios a medida que sueña con ser enfermera y contribuir a su comunidad.

Ambas mujeres están involucradas en el proyecto Pobreza, Reforestación, Energía y Cambio Climático (PROEZA), que ha proporcionado un impulso significativo a sus comunidades. Esta iniciativa, apoyada por el Gobierno de Paraguay y otros organismos, busca amalgamar la protección social con la acción climática, ofreciendo incentivos financieros y asistencia técnica para promover prácticas agroforestales sostenibles.

El proyecto ha brindado apoyo a casi 1500 hogares, fomentando la inversión en sus tierras y fortaleciendo su capacidad de producción. La FAO, por su parte, ha capacitado a las familias en la gestión de parcelas y técnicas de cultivo adecuadas, contribuyendo a que la reforestación y la agricultura puedan coexistir.

El cambio climático ha modificado drásticamente el clima en la región, complicando aún más la agricultura. Las comunidades enfrentan desafíos como la aparición de heladas tardías y sequías más severas. Sin embargo, el trabajo constante y la implementación de técnicas agroforestales han comenzado a revertir la deforestación, creando un ambiente más saludable y productivo. “Aquí respiramos un aire más limpio y sano”, dice Teodora con satisfacción.

PROEZA no solo busca mejorar las condiciones de vida, sino que también empodera a las mujeres, siendo el 80% de sus participantes féminas. Teodora, junto a otras líderes, ha comenzado un proceso para garantizar el acceso a agua potable en su comunidad, un cambio que ha liberado tiempo y recursos para dedicarse a su trabajo agrícola.

Las historias de Teodora y Elva reflejan un desafío compartido: la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo económico y la conservación del medio ambiente, mientras construyen un legado para las futuras generaciones. “Cuando mis naranjas estén listas, podré venderlas”, anticipa Elva, soñando con un mañana más brillante.

El bosque, para ellas, no es solo un recurso; es un pilar comunitario que entrelaza las esperanzas y sueños de sus habitantes. Con iniciativas como PROEZA, las comunidades indígenas de Paraguay no solo combaten la pobreza, sino que también muestran que la protección del entorno y el bienestar social pueden ir de la mano.
Fuente: ONU últimas noticias