El circuito artístico de la ciudad de París ofrece esta temporada la oportunidad de revisar los principios del arte alemán contemporáneo a través de las figuras de Gerhard Richter y A.R. Penk, dos de los máximos representantes de la corriente neoexpresionista que en la década de los ochenta convulsionó el panorama internacional.
Dentro del marco institucional, el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris propone una retorspectiva entorno a la personalidad artística de Penk en la que se incluye una selección del trabajo realizado por éste desde la década de los sesenta, época en la que se definen las bases que caracterizarán su concepción artística hasta la actualidad.
A lo largo del recorrido propuesto, observamos la constante preocupación del creador por la situación del individuo contemporáneo, que inmerso en la hostilidad del mundo alemán de la posguerra europea, se encuentra constantemente amenazado por el ambiente social en el que subsiste. De este modo, las imágenes de Penk se presentan reducidas a meras formas esquemáticas con las que se configura un lenguaje basado en pictogramas que se inspiran en el vasto conocimiento que el artista tiene del arte rupestre. Al igual que en éste, el alemán construye un código simbólico con el que pretende testimoniar la situación del mundo actual aunque alejándose ya de cualquier poso de misticismo existente en las escenas cinegéticas del mundo de las cavernas. El referente de la caza se sustituye ahora por la acción bélica, en la cual el individuo es al mismo tiempo presa y cazador de sus semejantes al encontrarse determinado por la crisis universal que gobierna un nuevo orden en el que cazar ya no es sobrevivir sino exterminar.
Al mismo tiempo, en este conjunto de símbolos ancestrales reinterpretados, subyace un estudio semiológico de la disciplina pictórica, a la que trata de devolver el valor comunicativo que la hizo surgir en los orígenes de la humanidad intentado reestablecer su papel como canal entre el artista-emisor y el espectador-receptor. Se diluye, sin embargo, el carácter universalista y comunitario del arte primitivo para dar paso a una función relativizada del código pictórico dependiente de la interpretación que cada receptor realice del significante, lo cual supone una subversión ante el mensaje global de la propaganda propia de los regímenes totalitarios. Así el artista subraya la necesidad de una transformación socio-política del mundo basada en el poder de las libertades individuales, las cuales se ven mermadas bajo el poder totémico de un sistema autoritario que llevaba décadas enfrentando a los habitantes de una Alemania dividida y manipulada por aquéllos que la habían liberado del horror del Nazismo.
Todo este ambiente dinámico, psicótico y convulsionado de la última mitad del s. XX se traduce en una construcción compositiva centrífuga y múltiple capaz de desarrollar una estructura narrativa basada en la simultaneidad de imágenes simbólicas. Dicho lenguaje compositivo evoluciona desde una primera etapa ligada al mundo egipcio y mesopotámico hasta la creación de unas estructuras narrativas más próximas a la cerámica ática del s. IV a. C. Es precisamente este apropiacionismo histórico el que define la evolución de sus formas plásticas que ahondan en las raíces de la pintura en un sentido bidireccional y complementario ya que , por un lado, el artista se inunda de los principios que definen los orígenes de la hisoria del arte universal mientras que, por el otro, explora la génesis de la tradición pictórica germana que tiene como momentos culminantes el Círculo de Viena, la figura de Schiele y la vanguardia expresionista. Si bien toda esta amalgama de citas se apoya en la tradición, Penk no elude la producción artística europea más cercana que le lleva a inspirarse en las figuras filiformes de Giacometti y en los trampantojos matéricos de Yves Klein.