Naturaleza en el Ártico: Lofoten y Vesteralen

EL  ENCUENTRO.

El mes de Julio era el más propicio. Emprendí este viaje tan singular en busca de ese paraíso perdido que, casi todos, anhelamos encontrar en algún momento de nuestra vida. La elección fue ardua y difícil. En realidad, lo que pretendía era tener un encuentro con la Naturaleza, esa madre de la que apenas nos acordamos y que tanto nos ofrece. Quizá se trataba de una actitud a la hora de relacionarme con el mundo natural, o todo se basaba en un sentimiento romántico. Además, siempre he considerado a la Naturaleza como cultura que, junto con la literatura, están profundamente influenciadas. Así, surgió lo que para mí significaba un reto: Recorrer el Ártico, la zona que bordea  los países europeos, Noruega, Suecia y Finlandia. Me esperaban muchos días de viaje y miles de kilómetros por recorrer, hasta llegar a mi meta, Cabo Norte. En  este caso, el punto de referencia es Noruega.

La transgresión marina de las costas noruegas originó la formación de islas e islotes, más de 150.000, que formaron una orla continúa de archipiélagos litorales. El más extenso es el de Lofoten y el de Vesteralen.

Comenzaré como punto de partida Lofoten, archipiélago situado por encima del Círculo Polar Ártico, paralelo 67 y 68º latitud Norte.  La superficie total de estas islas es de unos 1.230 Km2 y su población de unas 23.500 personas, aproximadamente. El de Vesteralen, situado más hacia el Norte, ocupa una extensión total de 3.096 Km2 y 65.790 habitantes, por lo que es uno de los archipiélagos más grande de Noruega. Las islas están distribuidas en pintorescos pueblos, cuya belleza se me antojaba tan irreal que hasta olvidaba el presente. Me aguardaban experiencias y recuerdos difíciles de olvidar. 

Lofoten aparece  como un muro de montañas altas y abruptas, que emergen del marNaturaleza en el Ártico: Lofoten y Vesteralen 7 entre fiordos e islas. Glaciares y otras fuerzas de la naturaleza modelaron el paisaje: “Configuran una de las bellezas paisajísticas más impresionantes del planeta”, según leí en un artículo de la National Geographic, y así es. Según la mitología nórdica, “fueron esculpidas por el dios Thor a golpes de su mjolnir (martillo de guerra) para poder contemplar desde sus cimas a los barcos de pesca”. Las montañas recibieron sus formas a partir de la última Era Glaciar, hace unos 10.000 años, dando lugar a uno de los paisajes más antiguos del planeta.  Entre tierra firme y los montes, un poco escondido entre las altas paredes que le protegen, se encuentra el Vestjford (Fiordo del Oeste), uno de los muchos que existen, aunque el más conocido es elTrollfjord (Fiordo del Troll.) 

En el Círculo Polar Ártico está la frontera del Sol de Medianoche y el periodo de oscuridad. Cuanto más al Norte te acercas, más largo se hacen estos ciclos. En Naturaleza en el Ártico: Lofoten y Vesteralen 8Lofoten es visible desde finales de Mayo hasta mediados de Julio. La primera vez que lo contemplé  logró despertar los sentimientos y emociones más profundas que guardaba en mi interior. Se pierde la noción del tiempo, no se sabe si es un atardecer continuo o la eterna medianoche que nunca llega. Reflejos dorados, ora rojizos, ora anaranjados, irradiaba el rey Sol, desafiando a las leyes naturales de ocultarse tras el horizonte, y  dar paso a la impaciente Luna que, siempre, quedaba a la espera de hacer su aparición.

En estos lugares, el día se aprovecha al máximo por la claridad, y las excursiones se prolongan más de lo habitual, lo que resulta provechoso, a pesar del cansancio. 

Cuando estás en Lofoten, ya sabes por qué: estas islas son mágicas

En cuanto al clima, se ve suavizado por los efectos de la corriente cálida del Atlántico Norte, derivada de la corriente del Golfo que baña la costa noruega. Ello da lugar a una notoria suavidad térmica. Lo que sí es cierto que, el clima y la temperatura cambian rápidamente. 

Una forma de enfocar la Naturaleza y la cultura, es añadir un poco de historia sobre el lugar. Las primeras cabañas “Rorbu” (*) de Lofoten fueron construidas bajo el mandato del rey Oystein, allá por el año 1.120, a finales de la Época Vikinga. Fueron destinadas para alojamientos de los pescadores durante la temporada de pesca. Eran pequeñas, rudimentarias, de madera cimentada sobre troncos sumergidos en el mar que soportaban la carga. Después surgió otro tipo de construcción típica, llamadas los “Sohus”, o casas de mar, edificios de dos plantas, dedicadas a almacén y hospedaje, dado que el número de trabajadores de la mar aumentó considerablemente. En  tierra adentro, las construcciones rurales tienen otras características: los “starbu”, llamado así a los graneros colgantes, y los “heniles”, colocados sobre las viviendas, a los que se acceden por una rampa. Muchas de estas construcciones fueron restauradas con fines turísticos. 

Para llegar a estas zonas las infraestructuras de servicios que existen están bien desarrolladas. Son varios los medios de transportes que se pueden utilizar: pequeños aeropuertos, coches, autobuses, barco exprés y ferrys.Las distintas islas se comunican entre sí, por vía fluvial y terrestre: cruzando  puentes, algunos impresionantes, y recorriendo largos túneles bajo el nivel del mar. O bien, navegando mientras te embelesas con las panorámicas. La forma más expresiva: vas saltando de isla en isla. 

La industria principal está basada en la pesca del bacalao y la cría del salmón. Formando parte del paisaje, en las ensenadas y los puertos están instalados los numerosos secaderos, soportes de madera en forma de grandes borriquetes, donde cuelgan el pescado, orientados hacia el Sur. El olor característico que despide, se huele a  cientos de metros. 

En los itinerarios realizados por  las principales islas de los  archipiélagos Lofoten y Vesteralen  están localizados pequeños núcleos que han ido surgiendo cerca de los puertos pesqueros. Pueblos de pescadores que guardan un especial encanto. Construidas en forma de gradas, las típicas casas de madera pintadas de alegres colores, sobre todo el rojo, destacan sobre el fondo de los oscuros picos montañosos coronados de nieve. Descienden desde las colinas hasta el puerto. Incluso edificadas sobre el agua, según el sistema primitivo. Las viviendas, más cercanas al mar, poseen un pequeño embarcadero donde permanecen amarradas pequeñas embarcaciones, el medio de transporte más usual. Una construcción que resalta, por su situación, sobre el punto más alto de cualquier pueblo, es la torre de la pequeña iglesia. 

Asombrosas son las perspectivas que ofrecen  los paisajes que, asomándose a las cristalinas aguas  reflejan su imagen a la inversa. En cada esquina me aguardaba una sorpresa. Las calles, más bien caminos de tierra, están orientadas hacia el mar, y otras se dirigen hacia las colinas. El tráfico es escaso. Los paseos por estas pequeñas comunidades eran deliciosos, transmitían tranquilidad y sosiego. A veces, el silencio era interrumpido por los ruidos del trasiego en el interior de las casas, y el griterío de las alocadas gaviotas cuando una embarcación se acercaba al puerto. 

Como curiosidad, observé que muchos de los tejados de los «Rorbu» estaban cubiertos de hierbas. Desde lejos parecía un trozo de jardín desplazado de lugar. Después  comprobé que, sobre las placas que cubren los tejados había instaladas cubetas rectangulares, que contenían líquenes y musgo para favorecer el crecimiento de estos singulares parterres. Este particular sistema conjugaba la armonía con la belleza. Sin embargo, mi curiosidad quedó insatisfecha. 

La fauna ártica en estos lugares es abundante y variada. Durante las travesías, me resultó sorprendente el espectáculo que contemplé en algunos islotes y rocas cubiertas complemente por las aves marinas, eran colonias de: gaviotas tridáctilas, cormoranes, alcas, águilas marinas, frailecillos, araos y el pigargo europeo, aunque muchas de estas especies son migratorias. Dicen que: “Dónde hay aves marinas, el silencio no se concibe. Desde luego, el ruido  estruendoso del mar y los sonidos que emitían las aves era ensordecedor, pero estaba encantada. Aquí la vida  fluía por doquier. 

En el tiempo libre de itinerarios, gozaba contemplando el mar, un mar azul turquesa, transparente. Era agradable, a la vez que relajante, escuchar a las olas que se revolcaban en la orilla, un poco más lejos,  algunos cormoranes intentaban pescar y el eco de los graznidos de las gaviotas que, revoloteaban por los tejados de las casas. Al respirar  me llenada  del olor intenso a mar, a algas y a brea del muelle cercano. Todos mis sentidos estaban a la expectativa  para cualquier descubrimiento. 

Como contraste, el hechizo se manifiesta en su hermosura salvaje en las extensas tundras de líquenes, musgos y tuberas. En esta época estival se hallaban cubiertas de la flora ártica. Bosques de abedules, sauces y sorbus, árboles autóctonos, y la frondosidad de los valles. Es mágica la combinación de las escarpadas y agrestes montañas, arañadas por las correntías  del deshielo, que abastecen ríos y lagos interiores. El entorno natural convirtió a las islas en el paraíso perdido que buscaba. 

El Sol declinaba, nunca supe si era un atardecer eterno, u otro día que empezaba cuando aún no había terminado el anterior. En esta parte del mundo, el tiempo no tiene importancia.  

Han sido muchos los lugares que he visitado, y  otros tantos me aguardan, pero este viaje fue enriquecedor, lo  recordaré toda la vida: De buenas experiencias no  puede uno llenarse nunca.  

(*)  Rorbu. Cuyo significado deriva la palabra BU: pequeña casa y RO significa remar.         

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