Michael Cunnigham: Días memorables.

En estos días, en los que algunos tienen la oportunidad de dedicar un tiempo a la lectura y otros buscan un regalo especial con que obsequiar a alguien igualmente singular, me permito recomendar un libro sencillamente fabuloso: «Dias memorables» (2005, El Aleph – Specimen Days, 2005, Farrar, Straus & Giroux) de Michael Cunningham.

Antes de nada, y considerando que el tema central de mi columna es siempre la Ciencia Ficción, me siento en la necesidad de aclarar a mis posibles lectores que este no se trata de un libro de CF… o al menos no lo es en sus dos terceras partes.

Portada Dias memorables

El autor, premio Pulizer en 1999, obtenido por su novela, basada en la vida de Virginia Woolf «Las horas«, nos presenta en este libro un verdadero ejercicio de ingenio y polivalencia narrativa, una demostración de habilidades literarias poco vistas en estos días de autores monotemáticos y monocromos.

Al leer este libro, bastante después de «Las Horas» (y con el recuerdo algo más fresco de la magnífica película basada en esta novela), me ha parecido identificar en Cunningham una cierta fascinación por lo triangular; una huida, posiblemente consciente, posiblemente no, de la simetría bilateral que tan natural y reconfortante nos resulta.

En «Días memorables» se encuentran tantos elementos agrupados de tres en tres, que uno empieza a buscar treses escondidos entrelineas y, en casos extremos como el mio, incluso fuera de las historias que nos trae el narrador.

Tres géneros: Un relato fabulado llenos de reflejos decimonónicos acordes a la época reseñada; un thriller policial que a mi ver parodia (o antiparodia, con perdón por esta invención) en cierta forma a muchos autores de best sellers presentando en tan sólo 120 páginas de prosa exquisita lo que otros nos ofrecen en 600 u 800 de subliteratura y, finalmente, una novela corta de CF hecha como siguiendo la receta de un alquimista: 300 gr. de androide, un buen puñado de alienígena, decadencia social generalizada durante cuatro noches… pero que detrás de todos esos lugares comunes (para el susodicho género) nos presenta una historia llena de ternura y un canto a la tolerancia.

Tres historias muy distintas: La de un niño, en pleno apogeo de la revolución industrial,que logra contactar simultaneamente con su yo más interno y con un universo habitado por espíritus susurrantes, reales o imaginarios, que más da. La de una forense psiquiátrica que trabaja en la unidad antiterrorista de la policía y recupera su yo más personal en una huida hacia adelante sin esperanza. Un androide lleno de inquietudes espirituales que encuentra en una extraterrestre y un joven buscavidas la compañía necesaria para salvarse a si mismo, y no sólo desde el punto de vista físico.

Tres nombres de protagonistas: Simon/Simon/Simon, Catherine/Cat/Cataree, Lucas/Lucke/Lucka.

Tres ejes conductivos: «Hojas de Hierba» de Walt Witman ya de por si un elemento de peso más que suficiente, La ciudad de Nueva York con sus poliédricas y complejas relaciones y La dinámica constante entre progreso (generalmente entendido como progreso material) y decadencia (moral, espiritual, humana en suma).

Tres objetos que van pasando de historia en historia a través del tiempo: el apartamento de la calle 5 en el que siempre vive uno de los protagonistas, un delicado cuenco de porcelana, blanco y azul, que sobrevive misteriosamente a las inevitables vicisitudes de esos más de trescientos años que trascurren entre historias y el Fuego como elemento creador y destructor por una parte y purificador por otra.

Al terminar la lectura, profunda y amena a un tiempo, de este hermoso libro me queda un espeso poso de admiración por el autor. Como aquellos magos houdinianos que se cargaban de cadenas, corsés e impedimentas para intentar sus imposibles escapes, Michael Cunningham añade restricción tras restricción a su «plan de obra» y a pesar de ello surge al final del redoble de tambores asombrosamente indemne con tres deliciosas historias entre sus elegantes manos.

Para despedirme citaré en el original inglés unos versos de «Hojas de hierba» que resuenan repetidamente a todo lo largo de los tres fragmentos de la «Días Memorables»:

I celebrate myself, and sing myself,
And what I assume you shall assume,
For every atom belonging to me as good belongs to you

Feliz lectura

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