En el año 2006 el director francés Patrice Leconte -conocido en España sobre todo por El Marido de la Peluquera– reflexiona una vez más sobre la amistad con Mi mejor amigo. Tomando como punto de partida un tipo volcado en su trabajo de anticuario, que, al ir a un entierro de un conocido, comprueba que éste apenas tiene quien le eche de menos. Se pregunta entonces si no es eso precisamente lo que le va a suceder a él. Y se da cuenta de que lleva todas las papeletas para que le toque el premio gordo en esa rifa, por lo que se pone manos a la obra a buscar un amigo, un solo amigo de verdad. Como en gran parte del cine de Leconte, un encuentro casual hará que las cosas cambien.
En el film aparecen unas escenas -clave para el cierre del film- de un programa concurso de la televisión francesa que en nuestro país presentaba Carlos Sobera y se titulaba: ¿Quién quiere ser millonario? . Procedía de un programa inglés llamado Cash Mountain de 1998 y que ha sido mundialmente famoso y ha tenido múltiples versiones según países. Lo curioso es que para la película se grabaron las imágenes del tirón, como si de una emisión en directo se tratase, para darle mayor naturalidad y realismo supongo.
Patrice Leconte lo cierto es que no sorprende (ni siquiera encanta) en absoluto con esta sencilla historia, con tono de comedia ligera, aunque bien es cierto que la película se deja ver y nos hace pasar un rato agradable. Los personajes principales no consiguen emocionar al espectador lo suficiente, algo pasa en el guión que no logra que nos interesemos demasiado por ninguno de ellos y que nos importen sus vidas un comino. Y, para acabar de arreglarlo, los secundarios apenas añaden atractivo al desarrollo de la narración.
Una comedia sin pretensiones bastante alejada de el primer cine que hacía en sus inicios Leconte, películas basadas en obras teatrales de grupos como Splendid, a menudo con éxito, y que, con unos personajes muy de género, terminaron prolongando su presencia en las pantallas francesas llegando a constuir una saga en donde se cuentan sus aventuras (Les Bronzés).
Su etapa de estética más cuidada, cuya obra más conocida y reconocida El Marido de la Peluquera ya he mencionado, tampoco tiene mucho que ver con la película que comento. Y es que Leconte ha cambiado varias veces de registro, como cuando a mediados de los noventa le dió por hacer cine de época. Quizás, la sensación que nos queda es que no acaba de encontrar un estilo y va probando varias maneras de expresión. Como William Wyler, pero sin el indiscutible talento visual de éste.