La pandemia de COVID-19 trajo consigo cambios drásticos en la vida cotidiana: el uso constante de mascarillas, las salidas limitadas al supermercado, y la reducción del uso de transporte público como el autobús y el tren. Las medidas de protección y las políticas gubernamentales para frenar los contagios y aliviar la presión sobre el sistema de salud transformaron de forma abrupta la sociedad a nivel global. Cuatro años y medio después de la declaración de emergencia sanitaria por la OMS, la población ha aprendido a convivir con el virus, principalmente gracias a las vacunas. Algunos de esos cambios han permanecido, mientras que otros se han desvanecido rápidamente.
En los últimos años, numerosos estudios han investigado el impacto de estos cambios. Una investigación reciente, liderada por Helena Patiño, estudiante de doctorado en el grupo de investigación SUMAT (Sustainability, Management and Transport Research Group) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y dirigida por el catedrático Pere Suau, en colaboración con el Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB), analiza el impacto en el consumo de energía en el sector del transporte europeo durante y después de la pandemia. Este trabajo ha dado lugar a la publicación de un artículo científico en colaboración con Lewis C. King e Iván Savin, ambos investigadores en el ICTA-UAB.
El artículo, disponible en acceso abierto, concluye que durante las fases más críticas de la pandemia se registraron descensos significativos y generalizados en el uso del transporte terrestre motorizado y la aviación. Sin embargo, los patrones de recuperación han sido diversos en el continente. “En general, los europeos han reducido el uso del coche tras la pandemia, pero han incrementado sus vuelos. Aun así, las tendencias varían considerablemente entre países: algunos han retomado sus hábitos de transporte previos, mientras que otros han logrado mantener una reducción moderada en el uso del transporte”, explica Helena Patiño.
¿Ha cambiado la pandemia la forma en que nos movemos?
La movilidad está en el punto de mira de todas las políticas climáticas. Como recoge el artículo científico de la UOC, el transporte todavía depende en gran medida de los combustibles fósiles, por lo que representa alrededor del 37 % de las emisiones de dióxido de carbono (CO2, el principal gas de efecto invernadero) de origen humano a escala mundial. Estrategias de reducción de emisiones como la europea (que busca bajarlas un 55 % para 2030) tienen uno de sus principales frentes de acción en la transición hacia una movilidad de bajas emisiones, con medidas como la electrificación del transporte o el fomento de los medios colectivos como el tren o el autobús. En todas ellas, el cambio de comportamiento es fundamental.
Los dos primeros años de la pandemia supusieron un momento único para estudiar los cambios en los hábitos de transporte de la población. Los desplazamientos cayeron en picado con los confinamientos y los cierres de las fronteras, pero, tras la relajación de las medidas de control, la población no retomó por completo sus antiguos hábitos. Por ejemplo, como detalla el artículo, una encuesta en el Reino Unido reveló que los británicos estaban dispuestos a reducir sus vuelos entre un 20 y un 26 %, y los viajes en coche, entre un 24 y un 30 %. Sin embargo, este tipo de datos no reflejan en detalle hasta qué punto la pandemia ha cambiado los patrones de movilidad en Europa.
«Lograr cambios duraderos en el comportamiento de los ciudadanos no es fácil. De todos modos, los gobiernos deben apoyar opciones de transporte respetuosas con el medioambiente, como la bicicleta y los coches eléctricos, y liderar campañas de cambio de comportamiento para que el transporte sostenible no sea solo una opción, sino la opción preferida por todos», señala Helena Patiño, quien también ha publicado un artículo en The Conversation Europe sobre esta cuestión. «En la era pospandémica, esto podría significar ampliar la infraestructura ciclista, hacer más asequible el transporte público y apoyar el trabajo a distancia y las actividades locales al aire libre».
Una recuperación desigual: las lecciones de Suecia, Dinamarca y la República Checa
Tras la eliminación gradual de las medidas de control de la pandemia, los hábitos de transporte de los europeos evolucionaron de forma desigual. Según el estudio, en algunos países como Austria, Alemania y el Reino Unido, el uso de aviones y coches se mantuvo por debajo de lo normal tras el levantamiento de las restricciones, aunque los cambios fueron de pequeña magnitud. Otros países, donde las políticas frente a la COVID-19 fueron más estrictas, como Grecia, Portugal, Italia y España, experimentaron un efecto rebote notable en el uso de aviones y del transporte terrestre (por carretera y en tren). Este repunte, señalan los investigadores, podría verse influido también por el atractivo de los destinos mediterráneos para los turistas internacionales.
Sin embargo, el estudio revela que en tres países algunos de los cambios experimentados durante la pandemia se han mantenido: Suecia, Dinamarca y la República Checa. «Suecia ya tenía un porcentaje relativamente alto de trabajadores en remoto antes de la pandemia, pero la cifra ha seguido creciendo después de la pandemia. Además, desde 2010, el país fomenta el ocio al aire libre, facilitando el acceso a parajes naturales y promoviendo el ejercicio al aire libre», añade Patiño. «Dinamarca, por su parte, ha continuado invirtiendo en infraestructura ciclista y bicicletas eléctricas. Una encuesta reciente señaló que los residentes de Copenhague van más en bicicleta al trabajo que antes de la pandemia».
En el caso de la República Checa, las medidas para abaratar los billetes de transporte público contribuyeron a fomentar las opciones de transporte menos contaminantes una vez levantadas las restricciones. Desplazarse a pie también ha ganado popularidad: el número de trayectos peatonales en Praga ha aumentado un 10 % desde 2016. «Los resultados generales indican que es poco probable que se produzca un cambio de comportamiento hacia un menor uso de los viajes de manera uniforme en toda Europa», concluye la investigadora de la UOC. «Sin embargo, se pueden extraer lecciones importantes de los países que sí muestran efectos duraderos, ya que sus políticas de transporte y energía podrían haber contribuido a estos resultados».
Fuente: UOC – Helena Patiño