En la plaza Al-Jundi Al-Majhool, que alguna vez fue el vibrante centro de Gaza, el sonido de la música se entrelaza con el bullicio de tiendas de campaña. Este espacio, ahora convertido en un vasto campo de desplazados, acoge a cientos de familias que han sido forzadas a abandonar sus hogares debido a más de 19 meses de conflicto.
Entre estas familias se encuentra Ahmed Abu Amsha, un profesor de música que ha adoptado el rol de trovador humanitario. A pesar de vivir en condiciones precarias, en una tienda de campaña desgastada, Ahmed se resiste a permitir que la desesperación le quite la esperanza. Se dedica a enseñar música a niños desplazados, brindándoles momentos de alegría a través del canto y el ritmo.
Originario de Beit Hanoun y coordinador del Conservatorio Nacional de Música Edward Said, Abu Amsha ha sido desplazado junto a su familia en 12 ocasiones desde que comenzó la guerra, llevando siempre consigo sus instrumentos. «Son lo único que nos mantiene con esperanza», confiesa mientras sostiene su guitarra en el regazo, rodeado de botellas de agua.
La vida en el campo de desplazados está llena de dificultades, desde callejones apretados hasta largas esperas para acceso a agua potable. Sin embargo, en este ambiente desolador, Ahmed ha formado «Gaza Bird Singing», un grupo musical talentoso compuesto por niños desplazados. Esta iniciativa nació durante uno de sus periodos de desplazamiento en Al-Mawasi, Jan Younis, y ha ofrecido un rayo de esperanza a través de actuaciones tanto en campamentos como en redes sociales.
Su hijo Moein, quien toca el ney, un instrumento de viento similar a una flauta, siempre lleva su instrumento consigo. «Nos han desplazado más de 11 veces, y siempre llevo mi ney conmigo. Es lo único que me ayuda a olvidar el ruido de los bombardeos», explica. La búsqueda de un espacio tranquilo para practicar es constante, y los niños intentan ensayar dentro de su tienda, lejos del caos que los rodea.
Yara, una violinista que aprende con Ahmed, comparte su experiencia. «Cuando tengo miedo, toco. La música me hace sentir segura», dice. Bajo los improvisados techos de lona, los niños se reúnen para tocar, creando melodías que buscan superar el horrible contexto de la guerra.
En medio de esta realidad, el sonido de la música resuena de manera casi mágica y sagrada. A pesar de las adversidades, Ahmed permanece comprometido con su misión. «Cantamos por la paz, cantamos por la vida, cantamos por Gaza», murmura en un momento de reflexión, mientras un laúd suena tras él, simbolizando una belleza frágil en un escenario desgastado por el conflicto.
Fuente: ONU últimas noticias