Ladrones de cuerpos

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Ladrones de cuerpos 3

Freud, que era un obseso sexual bastante ocurrente, nos dejó escrita una resumida categoría de los cuatro terrores más poderosos que asedian la mente humana, a saber: el tránsito a la muerte, la castración, la pérdida de la identidad y la contaminación del cuerpo con materia inorgánica o inhumana.

Como si hubiera tomado buena nota de ello, el escritor norteamericano Jack Finney escribió una novela en 1955 titulada «Los ladrones de cuerpos», en la que se concitan los cuatro elementos fundamentales del terror en una historia tan sencilla como escalofriante.

Todos conocemos el argumento gracias al cine: el médico de una pequeña y tranquila comunidad empieza a recabar testimonios de vecinos asustados porque sus maridos o sus mujeres «han cambiado», «ya no son ellos», etcétera. La horrible explicación se encuentra en unas plantas llegadas del espacio, de cuyas vainas brotan réplicas exactas a los humanos mientras estos duermen, suplantándolos y matándolos. Los nuevos humanos carecen de apetitos y sentimientos, pero conservan intactos los recuerdos y son plenamente funcionales para continuar con sus vidas cotidianas (¿no es ésto lo más aterrador?). Así pues, lo tenemos todo para que esta novela se convierta por méritos propios en un clásico, casi en un manual de la literatura de terror contemporánea: el miedo a morir mientras dormimos, la castración de emociones y apetitos, la suplantación de la identidad y la hibridación de lo humano y lo vegetal en la perturbadora imagen de las vainas preñadas.

Existe una interpretación sociopolítica de la historia que se hizo muy popular en su momento, pero fue negada por el propio autor: los ladrones de cuerpos vendrían a ser una metáfora de la expansión de las ideas comunistas en la sociedad americana. Cabría preguntarse entonces por qué la historia vuelve a resurgir cada cierto tiempo en forma de versiones cinematográficas y reediciones del libro, o a través de camufladas adaptaciones de la idea original, ahora que el comunismo ha desaparecido como amenaza.

La respuesta puede estar en la reaparición del miedo al otro que flota en nuestra sociedad como una nube gris desde el 11 de septiembre de 2001. Nuestros compañeros de trabajo, nuestros maridos o nuestros hermanos pueden pertenecer a oscuras conspiraciones mundiales sin que nosotros siquiera lo sospechemos. En eso consiste precisamente el poder del terrorismo: nos hace vivir en la sospecha continua, en el perpetuo miedo a ser atacados en nuestra vida cotidiana, sin ninguna razón, a ser destrozados por las mismas manos que ayer nos sujetaron la puerta del ascensor amistosamente al llegar a casa.

Stephen King dijo: «Una sola novela le bastó a Jack Finney para sentar las bases de lo que llamamos la moderna novela de terror». Porque Finney sacó el terror de los escenarios góticos y románticos para introducirlo en nuestros hogares; los monstruos ya no son vampiros, atormentados científicos ni criaturas escondidas en montañas heladas, sino… nuestros vecinos, nuestros hijos, puede que incluso el rostro que vemos en el espejo todas las mañanas.

Doble recomendación para terminar: la novela original de Jack Finney, reeditada por Bibliópolis Fantástica, y la inminente versión cinematográfica protagonizada por Nicole Kidman, que tiene una pinta de miedo.