La ciudad de Brujas siempre le recordará

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La ciudad de Brujas siempre le recordará 5El pasado día 19 de Marzo de 2.008 falleció en un Hospital de Amberes (Bélgica) el escritor belga, en lengua flamenca Hugo Maurice Julien Claus, conocido como Hugo Claus ( 1.929-2.008), tras haber solicitado la eutanasia: le pronosticaron Alzheimer en el año 2.003. La noticia de su muerte conmocionó al mundo de la Literatura Contemporánea. Perteneció a ésa élite de autores eternamente nominados al Premio Nobel, sin ganarlo. Está considerado, junto a Simenon, uno de los pocos escritores belgas de verdadera importancia internacional.

A los diez días de su fallecimiento, en el Teatro Bourla, de Amberes, se celebraron los funerales, al que asistieron personalidades del mundo del arte y la política. Fue retransmitido por radios y televisiones. A las puertas, una multitud de personas le rindieron un último homenaje.

Hugo Claus nació un 5 de Abril en Brujas, ciudad reconocida por su ámbito cultural, por siempre recordará a este ciudadano ilustre.

Fue novelista, poeta, dramaturgo, pintor, cineasta y traductor. Prolífero escritor con más de 150 obras marcadas por su inconformismo, su sentido de la desmesura y la provocación. Poseedor de una fuerte personalidad, de la que dejó muestras hasta el momento de su muerte. En Octubre de 2.005, en una entrevista que concedió a los medios dijo: «Es muy difícil hacer frente a la pérdida de los recuerdos que ocasionaba la enfermedad» . Según sus deseos, quería aprovechar al máximo los momentos de lucidez que le quedaban, y expresó que él mismo decidiría el momento de su muerte. Y así lo hizo.

Fue galardonado en 1.998 con el Gran Premio de Literatura de la Comisión Europea. En 1.997 el Premio Passolini y el Premio de las Letras Neerlandesas en 1.986.

Entre sus novelas, de técnicas y de temáticas realistas sobresale «Los Metsiers» (1.950) «El viaje a Inglaterra»(1.953) «Azúcar«(1.958) y «Jessica» (1.977) Entre sus libros de poesías: «Figurativo» (1.973). La novela «La pena de los belgas» (1.983) está considerada su obra más importante, en la que describió la evolución social e intelectual de su país, a través de la historia de una familia rural, y como telón de fondo la II Guerra Mundial. Sus últimas obras son «La gente de al lado», «Una dulce destrucción», «El pez espada»y «El deseo».

Al conocer la triste noticia, me hizo recordar los días que pasé en la encantadora ciudad de Brujas, hace ya algunos años. Aferrándome a mis recuerdos, y a las notas de mi cuaderno de viaje, inicio un paseo por las calles y plazas, las mismas que recorrió tantas veces Hugo Claus.

La ciudad es llamada en flamenco Brugge, toma su nombre de los puentes que cruzan sus canales. Está situada al Noroeste de Bélgica. También es conocida como «La Venecia del Norte». Brujas tiene un sólo problema: es demasiado bonita. Es la ciudad medieval que mejor se conserva. Es como si el tiempo se hubiera detenido; ello hace que el foráneo quede impactado ante tanta belleza.

Sus callejuelas empedradas, estrechas, por las que se entrecruzan los idílicos canales y los más de cincuenta puentes que enlazan ambas orillas. Las barcas se deslizan silenciosas por la superficie de las verdes aguas, mientras los cisnes, habituales en los canales, contemplan su ir y venir. El trazado medieval, sus impresionantes iglesias, las casonas, plazas arboladas y sus cuidados parques y jardines, hacen que sea uno de los lugares más encantadores que he visitado. Se respira el resplandor de la Edad Media.

En realidad es una ciudad pequeña y tranquila. Cuenta con su mayor atractivo: el centro histórico, declarado en el año 2.000 Patrimonio de la Humanidad. Esta parte es peatonal, por lo que pude disfrutar de gratos paseos y de sus monumentos. Al recorrer estas calles evoqué épocas pasadas, unida al romanticismo que inspira su contemplación.

Como curiosidad. En el siglo XV esta ciudad acogió los reyes, exiliados, Ricardo III y Eduardo IV de Inglaterra. Coincidió en ésta época, a que William Caxton (1.415-1.492) mercader, diplomático, traductor y escritor inglés, en 1.474 instaló en Brujas el primer taller de imprenta. El primer libro en inglés «Recuyell of the Historyes of Troye» fue impreso por Caxton, sobre la traducción que él hizo del mismo.

Brujas alcanzó su mayor apogeo en los siglos XIII y XIV cuando llegó a convertirse en importante centro comercial del Noroeste de Europa. Sin embargo, en el XVIII fue de paulatina decadencia y permaneció olvidada hasta el siglo XIX. El escritor George Rodenbach, en su novela «Brugge la Morte», hizo resurgir el interés internacional por esta vieja ciudad.

Un buen principio es el recorrido por Markt Plazt o Plaza Mayor. En el centro se alza el monumento a «La batalla de las Espuelas de Oro». Conserva aún su aspecto original, flanqueada por casas gremiales con hastiales escalonados (tejados a dos aguas) y sus fachadas de alegres colores. En la parte sur, se encuentra los antiguos mercados del siglo XIII, aún en funcionamiento. Es impresionante el campanario gótico del siglo XIII, llamado Belfort, que se alza majestuoso a 82 metros de altura, y su famoso carrillón que consta de 47 campanas. No lo pensé dos veces: decidí subir los 366 escalones hasta llegar a su campanario. Agotada, pero contenta, pude contemplar una bellísima panorámica. Desde aquella altura, imaginé que las casitas se asemejaban a una ciudad en miniatura sacada de un cuento de Andersen. Al otro lado de la Plaza, están ubicados los cafés, chocolaterías, cervecerías, restaurantes y tiendas de souvenirs.

Otro de los edificios más notables, del siglo XIII, de estilo gótico flamenco es la iglesia de Notre Damme. La altura de su aguja principal es de 122 metros, la más alta de la ciudad. En su interior pude admirar obras de Van Eyck, El Bosco, van der Goes y la escultura de mármol blanco«La Madonna con el niño», obra de Miguel Ángel. Sin abandonar el lugar, contemplé la iglesia de San Salvador, siglo XIII, es una de las más antiguas de Bélgica; construcción de estilo gótico en ladrillo, y el Hospital de San Juan, en su interior alberga cuadros de Memling.

En uno de los siete embarcaderos existentes, inicié un paseo en barca por los canales. Observé una perspectiva diferente de la ciudad. La frescura de la brisa me acompañaba a la vuelta de cada esquina. Las aguas, tranquilas, surcadas por las barcas producían un suave chapoteo.

Recuerdo que era reconfortante andar tranquilamente por sus calles. Es como una gran museo pétreo al aire libre. De vez en cuando, cansada, buscaba algún lugar dónde sentarme. Cerraba los ojos, quería retener todo aquello que contemplaba, a la vez que, imaginaba que era invadida por una irresistible magia que me transportaba a la época floreciente de Brujas.

Otro lugar encantador es el Burg. Aquí se recrea la vista: el conjunto armonioso y arquitéctonico que forma el Ayuntamiento de estilo, vulgarmente llamado, brujeense. Al otro lado, la Basílica de la Santa Sangre, llamada así porque custodia la reliquia que contiene unas gotas de la Sangre de Cristo, traída desde Jerusalem durante las Cruzadas. Detrás del Burg se halla el Canal Verde, Groenerei, uno de los más pintorescos.

Es interesante conocer el distrito de Sint Annakwartier (Barrio de Santa Ana). Un lugar típico dónde se puede encontrar escenas costumbristas: los habitantes visten con traje regional, y se puede comprar las labores de encajes. También visité Jeruzalemkerk, un templo que es copia fiel de la Iglesia del SantoLa ciudad de Brujas siempre le recordará 6 Sepulcro de Jerusalem.

Al atardecer, resulta muy placentero recorrer en una calesa esta parte antigua. El aroma del café molido, de los finísimos chocolates y el olor a mantequilla derretida de los crépes invaden el ambiente de las calles. Es inevitable resistirse a tomar un chocolate caliente con nata y praliné, o refrescarse con una jarra de cerveza, existen 300 tipos y sabores.

Otro rincón maravilloso es el Minnewater, o más conocido por El Lago del amor». Se halla al sur de la ciudad, cerca de Begijnhof. Es un bello y romántico paraje natural.

Llegado ya el final de este recorrido, no puedo olvidarme de las chocolaterías que existen por toda la ciudad, son famosas. Son verdaderas boutiques de confección del chocolate. Tuve la oportunidad de ver como hacían el chocolate de forma artesanal y la elaboración de los productos. Existen muchas, las más conocidas «Godiva», en la Plaza Mayor y «Corné Port Royal».

No sólo recuerdo todo cuanto vi y tomé notas de este viaje. Fantaseando un poco, me hubiera gustado hacer una carpeta para archivar los sabores y los olores, y guardarla en mi «biblioteca» interior. Un placer para los sentidos.